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YA ESTÁ AQUÍ LA ESPERADA CUARTA ENTREGA DE "CONSUELO". GRACIAS POR SEGUIRLA!

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domingo, 20 de octubre de 2013

CONSUELO [4]: 19. UN BANQUETE DE MUSEO (1.CITA EN EL RITZ) (© JMPP 2013)


[19]
UN BANQUETE DE MUSEO
(1.CITA EN EL RITZ)

     Enfundada en un nuevo vestido y con la herida de la cabeza dignamente adecentada y disimulada por el cabello, recorrimos los prácticamente dos kilómetros que separan el hotel Atlántico del hotel elegido para el convite, ni más ni menos que el Ritz, sentados en un taxi con un chofer que no dijo esta boca es mía hasta el momento de cobrar el caro servicio. No será necesario que os defina qué tipo de establecimiento hotelero eligió la novia para satisfacer unos invitados acostumbrados a las cinco estrellas, como mínimo. No es mi caso, aunque Benito ya me estaba empezando a llevar por mal camino. ¡Es tan fácil acostumbrarse al lujo!
     El famoso hotel Ritz de Madrid, ordenado construir por el rey Alfonso XIII e inaugurado por él mismo en 1910, me pareció simplemente espectacular. Un gran edificio que ha envejecido de forma digna y que está al lado de dos famosos museos, el Prado y el Thyssen Bornemisza. No soy mucho de ir a museos, pero no me habría sabido nada mal hacer una visita a esos dos santuarios de la cultura mundial. Quizá en otra ocasión tendremos la oportunidad de volver a visitar Madrid con algo más de calma. ¡Sí, sobre todo calma! Por otra parte, aquel establecimiento hotelero magistralmente elegido por mi consuegra de alguna forma podría considerarse como una especie de museo, aunque sea gracias a los notables huéspedes que a lo largo de su centenaria historia se han "expuesto" en él. Hablo de personajes como Ernest Hemingway, Gracia de Mónaco y su Príncipe Rainiero, en su luna de miel principesca, o el glamour personificado de la grandísima Ava Gardner, entre muchísima otra gente. Sin olvidarnos del mismísimo rey Alfonso XIII que celebró allí el banquete de su pomposa boda con Victoria Eugenia de Battenberg.
     Bueno, vamos por el tema principal de un convite, que no es otra cosa que los gustosos platos que se sirvieron en aquel local lleno de lujo incluso en los inodoros. Un establecimiento hotelero de primera categoría mundial lleno de glamour, pero también de algo de naftalina, que, en algún momento me pareció un poco excesivo. Pero, de hecho, ¿qué no estaba resultando excesivo en la boda de mi consuegra?
     No os avasallaré con el repertorio de delicias que fueron circulando por nuestras mesas después de un picoteo fantástico en los jardines del hotel, más que nada para no daros envidia. Sólo quiero destacar las inolvidables "Vieiras frescas a la parrilla sobre crema ligera de guisantes y nieve de Idiazabal " o el inigualable Maigret de pato y su confit con salsa de naranja amarga y patata delfín”.  Sí, el buen recuerdo de estos platos después de probarlos es tan duradero como la longitud del “creativo” nombre que los designa con precisión.
     De los compañeros de banquete os diré que había una representación de las fuerzas vivas, y de algunas medio moribundas, del Madrid más casposo, junto a personajes de la progresía, pocos, y del mundo de la cultura. No todos los personajes notables que asistieron al enlace eclesiástico se personaron en el banquete. Este era el caso de la alcaldesa de la capital, que parece ser que tenía una inoportuna conferencia, afortunadamente en castellano. Por suerte, sin embargo, sí que asistió su marido. No os lo vais a creer, pero me correspondió sentarme a su lado. ¿Casualidad afortunada? ¡No! Se lo pedí encarecidamente a mi consuegra y no me falló.

-Este “maigret” está delicioso, señora...
-Consuelo, señor José Marí...
-¡Veo que me ha reconocido!
-Es usted inconfundible, aunque se haya afeitado su famoso bigote.
-¡Ja ja ja! Me lo saqué porque me lo pidió Ana. Yo siempre que puedo hago caso de mi mujer, y de las mujeres en general. Recordará que en mi gobierno tenían un peso muy importante sin ser tan “progresista” como el señor que me sucedió en el cargo. Mucho hablar, pero la gran mayoría de sus ministros eran hombres feos y con pantalones…¡y encima ineptos! ¡Ja ja ja!
-Por cierto, ¿Cómo se le da bailar, José Marí?
-¿Y a qué viene esto ahora? ¡Ja ja ja! ¡Es usted sorprendente, señora mía! ¡Me alegra que me haga esta pregunta! Pues mire usted, creo que bailar se me da incluso mejor que gobernar. ¡Ja ja ja!
-No sé cómo tomarme la respuesta…
-España iba bien y mis dotes para el baile, ¡mejor aún! ¡Ja ja ja!
-¡Fantástico! Pero yo soy como santo Tomás…
-Veremos, veremos…Se va a quedar usted pasmada…
-¿Y cómo se le dan los agarraos?
-¿En la política o en el baile? ¡Ja ja ja!
-En el baile… En política recuerdo perfectamente como agarraba usted a sus contrincantes, e incluso a algún amigo, y los devoraba.
-¡Ja ja ja! Haga como yo, señora Consuelo. No se meta nunca en política. Está llena de víboras y algunas dentro de tu propio nido…
-Por cierto, tengo una duda casi existencial, señor José Marí. ¿Quién es el profesor de inglés de su mujer? ¿No será usted?

     La conversación iba la mar de bien hasta que se me ocurrió hacer esa pregunta absolutamente inoportuna e incluso temeraria a un hombre muy orgulloso y pagado de sí mismo. No me respondió. Se limitó a soltarme una mirada matadora mientras sonreía ostensiblemente, pero más para liberar tensión que porque le hubiera gustado la broma. Mi ilusión morbosa de bailar con aquella figura, llena de algunas luces, sombras y muchas oscuridades, de la política española de finales del siglo XX e inicios del XXI estaba tambaleándose como el buen champagne francés que contenía su copa mientras intentaba apagar el fuego interior que le había provocado, sacando a relucir el penoso papel, al menos lingüístico, de su mujer en la presentación de la candidatura de Madrid a unas olimpiadas.
     ¿Y los novios? Pues la verdad es que se les veía anímicamente recuperados allí sentados en la lustrosa y florida mesa presidencial. Daba la impresión que las vieiras,  el Maigret o quizás la "Zarzuela de tomates en texturas" bien regados por un Moët & Chandon Brut Impérial estaban haciendo posible que doña Pilar y don Eusebio volvieran a sonreír. ¿O quizás se habían entonado viendo el cariño popular de un público amigo, agradecido por el esfuerzo de una pareja que se había vaciado para hacer las cosas bien, aunque la suerte no les había sonreído hasta ese momento?

     Ciertamente, parecía que las cosas estaban yendo por donde debían haber ido desde el principio. Exacto: "parecía", ya que a la hora de los postres no sólo llegó un precioso y seguramente delicioso "Pastel de azafrán sobre biscocho de chocolate amargo" sino que también se presentaron unos visitantes inesperados, con un silbato en la boca emitiendo un desagradable y ensordecedor sonido, enarbolando unas horrorosas y gigantes pancartas pidiendo recuperar no sé qué puesto de trabajo en no sé qué fábrica de Torrelodones. Lo más lamentable de todo, sin duda, es que se acabaron comiendo el pastel entre todos ellos y los invitados nos quedamos a dos velas. ¿Qué queréis que os diga? ¡Incluso yo empecé a deprimirme! Y es que el precioso pastel que se esfumó ante nuestros ojos desesperados tenía una pinta maravillosa. Fue un acto de crueldad gastronómica extrema.








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