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DESTINO FINAL: LA ALMUDENA
(5. EL BOMBO)
Comprendo que el subtítulo del
capítulo de hoy os cause extrañeza. No quiero hablar ni de una banda de música ni
del bombo de mi lavadora. Será mejor que lo descubráis vosotras mismas leyendo
el sorprendente, ya os lo adelanto, episodio de hoy. Alguien pensará que he
visto demasiadas películas. La verdad es que lo que pasó durante la celebración
de la boda es más bien de película surrealista, ¡o quizás una charlotada!
Con los dos novios haciendo
compañía a un cura prisionero de una extraña excitación y de un nerviosismo evidente,
se inició la celebración en medio de un silencio impresionante si tenemos en
cuenta que el gran aforo del día estaría muy cerca, si no lo superaba, de las
tres mil personas. Sí, tres mil asistentes y ningún figurante, ¡aunque había
mucho figura suelto!
Tras dar la bienvenida a los
recién casados y hacerles un breve recordatorio de los deberes que implica
formar parte de un matrimonio, comenzó el espectáculo puro y duro. Os aseguro
que no exagero nada cuando lo califico de "espectáculo”. Voy a ahorraros
las partes más rutinarias de la boda –también las hubo– y vamos directamente al
"tomate", como se dice ahora.
Mientras el novio estaba
entregando simbólicamente las arras a doña Pilar para que se encargara de la
economía de la familia, la cual cosa me pareció muy acertado porque ella está
acostumbrada a los billetes grandes, con cuentas incluso en paraísos fiscales,
una espontánea surgió inesperadamente de entre los bancos del público y avanzó
hasta el altar con el dedo índice haciendo la función que todo el mundo espera
de él y pronunciando unas palabras que dejaron a todos asombrados, boquiabiertos,
desconcertados y hasta desorientados . Por cierto, un detalle importante es que
la mujer recién llegada al show, de una treintena de años, lucía un espectacular
“bombo” de mujer embarazada, aparentemente real.
-El cura es el padre… El cura es el padre de mi hijo...
Un momento muy crítico durante el
cual los dos hombres que acompañaban a la novia en el altar, el cura y el excura,
se miraron como queriendo descargarse de cualquier relación con esa mujer que
parecía que pretendía cargarle la criatura a uno de ellos. Sin embargo, si lo
que la mujer decía era verdad, ¿quién de los dos era el padre? Todo el mundo
conocía que don Eusebio era sacerdote hasta hacía bien poco. Una respuesta trágica
en cualquiera de los dos supuestos, pero especialmente grave si el señalado con
el dedo acababa siendo el novio. Pensar en esta posibilidad consternó a la
novia, que rápidamente reaccionó pidiendo razones de aquel asunto a su
enamorado bajo sospecha.
-¿Conoces a esta mujer, Eusebio?
-¡No la había visto en toda mi vida
Será un tema de Manuel. ¡Yo no sé nada de nada!
Mientras tanto, la aparición de
la preñada no había pasado desapercibida a los medios de información presentes
y éstos se desplazaron rápidamente hasta donde se hallaba para hacerle un
seguimiento a quemarropa mientras se acercaba al altar, con el dedo acusador
que finalmente señaló al oficiante. Un hecho que tranquilizó relativamente a doña
Pilar dado que liberaba a su don Eusebio de semejante culpa mayúscula, pero
acusaba a aquel ministro de la iglesia que tenía el sagrado mandamiento de
unirlos en santo matrimonio. De ninguna manera podía aceptar como válida una
boda oficiada por un hombre que había contravenido de esa manera tan evidente,
flagrante y grave sus sagrados votos. Por eso mismo, robando por unos instantes
el protagonismo a la recién llegada, doña Pilar se dirigió al cura y le lanzó
una pregunta clara y contundente.
-Por lo que más quiera, don Manuel, dígame que no tiene usted nada que ver
con esta mujer en estado de buena esperanza.
-Sí, para qué seguir negándolo. Sí, soy el padre de la criatura y acepto mi
culpa ante dios todopoderoso. He pecado, lo sé, pero lo hice para consolar a la
pobre huérfana...
-¿Consolar a una pobre huérfana? ¡Habráse visto cara más dura!
La aparición de la mujer en
cinta sobre el escenario significó un momento crítico para la boda. El peligro
de que no llegara a buen puerto era cierto, sobre todo cuando el cura se quitó
los hábitos, se arrodilló ante el Santo Cristo pidiendo solemnemente perdón y se
acercó hasta donde se encontraba la mujer con el ya famoso bombo. Acto seguido,
ante una infinidad de cámaras y los ojos expectantes de la concurrencia
pronunció unas palabras sentidas que emocionaron a todo el mundo, como siempre que el amor se
expresa en términos tan descarnados.
-¡Te amo, Carolina! Perdona si no he estado a la altura, pero mi papel como
sacerdote no me permitía expresar lo que siento por ti y por la criatura que
llevas en tus entrañas. Ante dios y su Iglesia, llena hoy de feligreses que
serán testimonio de mis palabras, quiero pedirte que me dejes enmendar el grave
error cometido, casándote conmigo.
-¡Oh, Manuel! ¡Qué feliz me haces! ¡Te quiero con locura! Seremos muy
felices los tres juntos. ¡Sí, acepto!
Intuyo que no hace falta que os
describa la cara de la novia en medio del aplauso general. Tampoco la del
novio. ¿Verdad? Estaban inmersos en un claro estado de shock ante lo que
estaban contemplando. El encargado de casarlos había renunciado a su ministerio
sagrado en medio de la celebración y aquello ya no era su boda, sino más bien
un reality show transmitido en directo por varias cadenas. La ruina de su boda
estaba servida, si no se producía un milagro inesperado dentro de las cuatro
paredes pétreas de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena. ¡Por fin
ya me he aprendido el nombre de memoria! ¡A buenas horas!
BOMBO - Adelèn
BOMBO - Adelèn
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