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YA ESTÁ AQUÍ LA ESPERADA CUARTA ENTREGA DE "CONSUELO". GRACIAS POR SEGUIRLA!

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domingo, 13 de octubre de 2013

CONSUELO [4]: 14. DESTINO FINAL: LA ALMUDENA (3. EL INICIO DE UN EVENTO GRANDIOSO, PERO...) (© JMPP 2013)



[14]
DESTINO FINAL: LA ALMUDENA
(3. EL INICIO DE UN EVENTO GRANDIOSO, PERO...)


      ¡Sí, es verdad! Todo el acontecimiento estaba tomando una dimensión muy exagerada. ¡Quizás demasiado! Esto no quita que fuera absolutamente sorprendente e interesante, pero todo lo que rodeó a la boda de la consuegra resultó incluso un poco empalagoso. Tal como sucede cuando te lanzas a comer pastel de nata atraída por el gran atractivo de aquel dulce blanco. Cuando llevas comiendo demasiado rato acaba siendo hasta desagradable.
     Ya que hablo de pasteles, vamos a cortar en trozos las más de dos horas que duró el evento y nos los tomaremos en pequeñas dosis a fin de que no tengáis, también vosotras, una indigestión nupcial.
     Lo primero que nos impresionó, nada más llegar, fue la gran cantidad de curiosos que había enfrente del edificio de la Catedral esperando ver la llegada de los novios y de los invitados. La Policía Municipal ponía orden como podía, pero a pesar de ello tuvimos un poco de dificultad para acceder al recinto.
     Antes de sentarnos en nuestro lugar de privilegio, Benito y yo fuimos a visitar las naves laterales de la moderna catedral. Ni él ni yo somos precisamente muy religiosos, pero nos impresionó la belleza de algunas imágenes, sobre todo del retablo, formado por dieciocho tablas que reflejan la vida de Jesús y María y con la virgen que da nombre al templo en el centro de la capilla.
     Finalmente sentados en primera fila y al lado de mi hija, mi yerno y los dos nietecitos, extrañamente tranquilos hasta entonces, admiré el gran Santo Cristo tallado en el siglo XVII y el magnífico Altar Mayor de mármol verde que tiene enfrente.

-¿Sabes que me acaba de decir una feligresa que ha venido a la boda, Consuelo?
-¿No? Soy todo oídos, pero me temo que algo sorprendente como todo lo que está pasando hoy...
-¡Pues sí! Resulta que desde 1993, año en que se puso en "funcionamiento" con la bendición del Papa de Roma, sólo ha habido una boda en la Almudena, la de los Príncipes de España, en el año 2004.
-¡¿Qué me dices?!
-Yo también he alucinado cuando lo he oído.
-Al final será verdad que doña Pilar es todo un personaje.
-Doña Pilar es sorprendente, pero parece ser que el que era un portento era su marido. Hay muchos que no lo han olvidado. Creo que el taxista no es el único que lo añora a él y seguramente que a sus sobres.
-No es por nada, Benito, pero creo que por aquí en Madrid hay mucha mafia...
-Como en todas partes, pero aquí todo tiene una gran dimensión, como la misma catedral.

     Verdaderamente, la noticia que me dio Benito me impresionó y me demostró que tal vez había minusvalorado mucho la celebridad de mi consuegra. Tanto tiempo conviviendo con un personaje como ella y yo sin saberlo. Bueno, que no era una persona muy normal ya me había dado cuenta, pero nunca jamás hubiera podido imaginar que tenía la capital de España a sus pies.
     Buscando más hechos impresionantes en la misma línea, empezaré por citar la extraordinaria concurrencia que poco a poco fue llenando hasta la bandera la Catedral. ¡Sí, exactamente así! Finalmente no quedó lugar ni para un alfiler, como se suele decir. Entre estos asistentes, había de todo. Desde modesta gente de la calle que no había podido resistir la tentación de ver a su antigua vecina casarse, hasta la crème de la crème de Madrid. En este sentido, destacaré una por encima de todos. Sí, finalmente vino la mismísima alcaldesa de la ciudad, acompañada de su famoso marido. También altos cargos del partido del gobierno y gente de los partidos de la oposición. Así como un montón de gente popular en la meseta capitalina.
     También merece una mención especial la nutrida concurrencia de medios de comunicación. Ciertamente os confieso que quedé impresionada hasta extremos de delirio. Todo lo que estaba contemplando me hacía frotarme los ojos y pensar que no podía ser real. Pero sí, era la pura verdad. Madrid se había movilizado para acompañar a mi consuegra en su subida al verde altar de la Almudena. ¡Increíble!
     Un momento también realmente extraordinario fue el de la llegada de don Eusebio. Iba impecablemente vestido con un frac negro y agarrado del brazo de una mujer que después supe que era su hermana mayor. La cara del novio mostraba una emoción claramente difícil de contener. Tampoco me extrañó demasiado porque ser protagonista de aquel evento en un escenario de esa importancia invitaba no a la emoción, sino directamente a la conmoción. Yo no creo que pudiera soportarlo. Cuando llegue mi momento me conformaré con algo más casero, ¡supongo! A decir verdad, de mi Benito no me fío demasiado en este sentido. ¡Ya veremos!
     En el altar lo recibió su ex-colega con una gran sonrisa y un fuerte apretón de manos como preludio de un sentido abrazo. Al parecer estudiaron juntos en el seminario de Toledo. A la espera del momento álgido de la llegada de la novia, los dos viejos conocidos se entretuvieron charlando de forma distendida. Quizás hablaban de su juventud entre sotanas y libros e imágenes religiosas. Seguro que nunca habían imaginado que un día uno de ellos casaría al otro en la Almudena. ¡Ver para creer! Benito y yo, mientras tanto, no pudimos evitar de comentar la decoración floral que una importante, selecta y carísima floristería del centro de Madrid había dispuesto para el evento religioso.

     El altar presentaba una decoración floral sobria con tan sólo dos bellos ramos, de tamaño reducido y con flores variadas, dominado por el color blanco, a ambos lados de la sagrada roca. Lo que presentaba un aspecto espectacular era todo el pasillo central ya que se encontraba iluminado y adornado con margaritas blancas, la flor favorita de la novia, sostenidas en los laterales de los bancos. Una imagen de gran belleza plástica que acompañó el novio en su emocionada y emocionante llegada y que estaba a punto de hacerlo con doña Pilar, en un momento que se auguraba como ciertamente apoteósico.

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