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YA ESTÁ AQUÍ LA ESPERADA CUARTA ENTREGA DE "CONSUELO". GRACIAS POR SEGUIRLA!

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viernes, 18 de octubre de 2013

CONSUELO [4]: 18. DESTINO FINAL: LA ALMUDENA (7. ¡QUE SE CASEN COMO SEA!)(© JMPP 2013)



[18]
DESTINO FINAL: LA ALMUDENA
(7. ¡QUE SE CASEN COMO SEA!)

     Quizás estáis pensando que todo lo que os he contado a propósito del intento de  boda de doña Pilar i don Eusebio forma parte de alguna pesadilla que tuve la noche anterior al evento, mientras dormía en la carísima suite del hotel Atlántico después de cenar opíparamente, y beber con demasía, en algún mesón de la capital. ¡Pues no! Es una historia tan real como que me llamo Consuelo.
     Sí, efectivamente, a estas alturas de la película, la misión ya no era conseguir una celebración entrañable llena de momentos de alegría para un gran recuerdo, con dos novios iniciando una apacible vida en común. No, la misión era casarlos como fuera y que nadie más saliera herido. Hablando de malheridos, recordaréis que terminé con la cabeza en el suelo probando la dureza del mármol de Novelda y tiñendo el sagrado altar con mi sangre impura al estilo de los antiguos sacrificios de corderos a los voraces e implacables dioses antiguos. Una nueva interrupción, muy dolorosa por cierto, que me llevó a la sacristía, donde un médico y una enfermera presentes en la calamitosa celebración, me atendieron y me remendaron para que pudiera seguir "disfrutando" de aquel espectáculo mayúsculo. Con una aparatosa venda rodeándome la cabeza, y el vestido amarillo que ya más bien parecía la bandera catalana, volví a mi lugar de privilegio en la bancada de los parientes. Por cierto, no digáis ni una palabra sobre el color elegido para mi vestido. A ver si alguien va a acusarme de la mala suerte reinante. Aquel no era un espectáculo teatral, aunque lo pareciera.
     En mi reincorporación a la boda, pude ver como una doña Pilar absolutamente demacrada, sudada, desanimada, cansada, casi diría que ausente, estaba intentando decir que sí a la pregunta definitiva que le había planteado mosén Gerardo, pero la voz apenas le salía del cuerpo. El novel cura le tuvo que inquirir dos veces si aceptaba don Eusebio por esposo, ante la sorpresa general. La mujer estaba absolutamente deprimida y hundida. Todos pudieron oír por la megafonía como, en voz baja, soltó un elocuente "si esto de hoy es presagio de lo que Dios nos tiene reservado en nuestro matrimonio, amor mío, ¡qué calvario nos espera!". El aludido, también deshecho por el descalabro emocional que estaba sufriendo, se limitó a mover la cabeza pesadamente mostrando acuerdo con las dolorosas palabras pronunciadas por mi consuegra.
     A pesar de todos los imponderables, aunque os pueda costar creerlo, la boda finalmente llegó a buen puerto, o al menos a algún puerto, sin mayores contratiempos. Las caras de los contrayentes, que se podían contemplar en el altar, a la hora de firmar el acta de la boda, no eran las propias de alguien que lleno de ilusión acaba de comprometerse ante Dios, y los hombres, a amar eternamente a su pareja, sino más bien de alguien que acaba de sufrir un golpe emocional muy profundo y sentido. El único que parecía satisfecho era don Gerardo tras coronar con éxito su privilegiada misión de  unir en sagrado matrimonio una pareja que parecía incasable. Se podía leer en los ojos llorosos de doña Pilar, en cambio, la profunda pena que sentía por el fracaso sufrido en un día que se presumía, de entrada, como de los más felices de su vida. También era fácil de intuir que se sentía profundamente ridícula tras protagonizar un espectáculo funesto ante todo aquel montón de almas en directo y a través de las inoportunas cámaras.
     Tampoco las caras entre el público eran las que una esperaría encontrar entre los asistentes a un evento, en principio feliz. Daba la clara impresión de que aquella gente que habían entrado por la brillante puerta de bronce de la Catedral con la satisfacción de asistir a una boda importante en un marco incomparable para un madrileño, habían acabado contemplando un funeral. Las caras denotaban mucha angustia y un malestar profundo. Claramente reinaba entre el respetable una especie de compasión por una pareja que había compartido el día más aciago de su vida.
     La salida de los novios de la catedral se produjo bajo las notas de la típica marcha nupcial de Mendelssohn, magistralmente interpretada por el maestro organista sin que ningún tubo del órgano se desprendiera e hiriera a algún inocente. No fue fácil salir al exterior de la Catedral debido al montón de gente que se agolpaba en la entrada y que esperaba con ilusión ver a los recién casados y felicitarles después de esperar más de la cuenta en aquella, calurosa ya, tarde de primavera en la meseta castellana.  
     Don Eusebio y doña Pilar fueron recibidos con los típicos gritos de "viva los novios" y "que se besen, que se besen" mientras eran “enterrados” bajo toneladas de pétalos de rosas que vinieron a hacer la función de lenitivo para una pareja abocada a la depresión en el día de su enlace matrimonial. También recibieron el típico y de rigor baño de arroz. Finalmente, ante el evidente cariño popular de la gente modesta que había en la calle, se pudo ver sonreír a la novia, quizás por primera vez en toda la jornada, aunque fuera tímidamente tras sufrir tanto y tanto.
     Como si todo el mal hado que había acompañado la celebración hubiera quedado circunscrito al santo Altar Mayor de la catedral, poco a poco los novios se fueron entonando y hasta terminaron pareciendo felices, sobre todo en el momento que unieron sus labios en un beso apasionado y largo, liberador de las graves y grandes tensiones vividas.
     Dejando de lado por un momento la boda, como se podrá entender fácilmente, mis dos desmayos en poco tiempo me tenían muy muy preocupada. También mi familia estaba desconcertada ante los extraños episodios de pérdida del conocimiento. El temor de un tercer desmayo aún más fatal que los anteriores flotaba en el ambiente y nos creaba un gran malestar. ¿Qué podía estar causando mis desvanecimientos ocasionales? El médico que me atendió en la sacristía de la Almudena me aconsejó que visitara pronto a un especialista. De regreso a Alicante, al día siguiente a primera hora, parecía una tarea ineludible e inaplazable.
     La natural preocupación por los dos episodios de desmayo no me detuvo, de ninguna manera, en mi interés por terminar lo que habíamos empezado. Después de haber conseguido de casar a los infortunados novios entre todos, la parte más lúdica de la celebración -sí es que era posible superar el espectáculo que habíamos visto- no se podía llevar a cabo sin la consuegra de la novia. Además, tenía un especial y morboso interés por bailar con el marido de la alcaldesa de Madrid, a pesar de tener el riesgo de acabar desmayada en sus brazos, no precisamente a causa de su atractivo arrebatador. Esto está claro, ¿no?

                                              Electric - Pet Shop Boys - Full Album

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