[20]
UN BANQUETE DE MUSEO
(2 .LOS CUERPOS EXTRAÑOS)
Comprendo que estéis empezando a
desesperaros ante la narración de unos hechos cada vez más alejados de lo que
una esperaría que fuera la crónica de un pacífico enlace matrimonial. Seguro
que os gustaría que os contara una boda de ensueño propia de un marco
incomparable como el de la catedral de la Almudena, con unos novios radiantes de
felicidad en su gran día , y un digno banquete nupcial como excelente colofón
de una jornada de bella memoria para todos los privilegiados asistentes,
empezando por los principales protagonistas. Todos lo hubiéramos deseado.
Bueno, todos menos los aprovechados manifestantes que se nos comieron
cruelmente el pastel de bodas. Lamento no poder informaros de una boda de este
tipo positivo y alegre, y lamento deciros que la pesadilla para doña Pilar y
don Eusebio siguió un rato más, aunque acabó tomando un cariz absolutamente
sorprendente.
Antes que nada, un consejo: si podéis
elegir, cuando vayáis de boda no os sentéis nunca al lado de un político
importante, en activo o en la reserva. Incluso me atrevería a decir que si
puede ser declinéis la invitación a la boda para evitar problemas. Nunca se
sabe cómo puede acabar la cosa. Os aseguro que sé de lo que hablo.
Podéis imaginar fácilmente de
donde arranca el consejo que me he permitido daros. ¿No? ¡Pues eso! Está
bastante claro que los manifestantes que se presentaron de improviso en la boda
lo hicieron en busca del eco mediático que tendría su acto en el marco de una
celebración con políticos del pasado y del presente y otras fuerzas vivas de la
sociedad como los justamente muy mal vistos banqueros. Unos manifestantes que
llegaron desafiando la concurrencia y buscando pelea descaradamente. Querían
guerra y, lamentablemente, la tuvieron. Su actitud de reventar una celebración
pacífica agrediendo salvajemente nuestro pastel no gustó nada a la concurrencia
hambrienta de dulces emociones. Mi compañero de mesa, conocido hombre de ley y
de orden –al menos su ley y su orden-, no pudo evitar enfrentarse a aquellos
hombres sobrexcitados y tensos que habían irrumpido en un acto privado de forma
totalmente inaceptable.
-¿Qué pretendéis con esta actitud lamentable e inaceptable? ¿Habéis perdido
el juicio?
-¡No! Hemos perdido el miedo a mequetrefes como tú y tu señora esposa.
¿Dónde se esconde? ¿Debajo de la mesa?
-¡Un respeto a la señora alcaldesa!
-La enchufada de tu esposa es una inepta como tú y todos los políticos de
mierda que tenemos en este país. Vosotros y vuestros amigos banqueros nos
habéis llevado a la miseria. Y aquí estáis, todos juntos llenando vuestras
grandes barrigas con el sudor de un pueblo oprimido.
-¡No le consiento qué me hable de esta manera! Un respeto a quien fue su
presidente en la época más brillante de la economía de toda la joven democracia
de España.
-¡Ja ja ja! ¿Ahora te dedicas a hacer monólogos? Ana y tú podéis montar un
dúo cómico. Ella que los haga en inglés por favor… ¡No sé quién de los dos es
más ridículo!
Si cuando le saqué el tema de su
mujer y el inglés, haciendo una inoportuna broma, ya no le gustó en absoluto mi
descabellada ocurrencia, imaginad cómo se lo tomó ahora con toda la excitación
que llevaba acumulada, debido a una discusión subida cada vez más de tono con
aquel visitante sin reparos. Al amigo José Mari le empezaba a salir chispas y
finalmente no se pudo contener.
-¡Sois
patéticos! Si no abandonáis la sala de inmediato tendremos que llamar a las
fuerzas del orden para que os desalojen.
-¡Nos iremos cuando nos dé la gana! Creo que nos vamos a quedar también al
baile. El pastel estaba de muerte. Los pobres también tenemos derecho a vivir
como ricos al menos una vez en la vida.
-¡Bien, vosotros lo habéis querido así!
De hecho, no fue necesario que
ninguno de los dos guardaespaldas que “discretamente” acompañaban al ex jefe
del gobierno llamara a las fuerzas de seguridad ya que pocos segundos después
de esta conversación con amenaza final, se presentó dentro del local un pelotón
de antidisturbios con unas intenciones no precisamente amistosas con los
invasores. Una actitud que los verdugos de nuestro pastel de bodas
interpretaron como una agresión a su derecho de manifestación e iniciaron una
defensa de sus posiciones dentro de la lustrosa sala que, como podéis imaginar,
sembró el pánico general.
Dejadme que haga un alto en esta narración
que ha pasado a ser una crónica de sucesos, dejando atrás su misión de ser
simplemente crónica social, para daros cuenta de cómo asumieron los novios este
nuevo y desesperante contratiempo.
A diferencia de lo que podríais
pensar, doña Pilar, no tomó una actitud hostil con los recién llegados. Un
hecho que sorprendió a los invitados y a mi misma, ¡claro! Al contrario, todo
el mundo pudo ver cómo pidió que pusieran la pancarta principal de los
manifestantes ante la mesa presidencial y que quien quisiera fuese a hacerse
fotos con los novios i el escrito reivindicativo. ¿Se había vuelto loca mi
consuegra después de tantos desesperantes contratiempos? ¿O simplemente había
abusado tanto del dom Perignon Vintage 2003 que había perdido totalmente la razón?
¡No lo sé! Más bien quiero pensar que la pobre novia llegó a un nivel de
desesperación tal, ante el caos total en que se había convertido su boda, que
optó por hacer buena la frase según la cual si no puedes con tu enemigo, únete
a él. Tanto es así, que cuando vio llegar a las fuerzas de seguridad, se
presentó ante el jefe del pelotón policial e iniciaron una conversación
absolutamente descabellada.
-¿A qué se debe su presencia en este acto privado?
-¿Cómo que a qué se debe? El encargado del hotel nos ha indicado que habían
penetrado cuerpos extraños en una celebración privada. Supongo que se refería a
la suya.
-¿Cuerpos extraños? ¡Ja ja ja! Mire usted, señor agente, llevan penetrando
cuerpos extraños en mi boda des de que ha dado inicio. Ustedes mismos son unos
cuerpos muy extraños. ¿O es que en su boda se presentaron unos señores con
porra y chichonera? Estos señores son mis invitados y si ustedes quieren
quedarse al baile también hay lugar para ustedes. Pero aparquen las porras,
¡por favor! Y no olviden que hay barra libre en el bar…
-¡Pero señora! Nos quedaríamos encantados, pero estamos de servicio y hemos
recibido la llamada…
-Pues nada, si son tan amables de no seguir interrumpiendo esta celebración
se lo agradecería de corazón…
Gran decisión la de mi
consuegra porque a partir de ese momento la paz llegó a su fiesta y hasta me
atrevería a decir que se vivieron los momentos más divertidos de la celebración.
Sí, a veces creo que subestimo la inteligencia de doña Pilar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario