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UN GRAN TRANSTORNO
(2. LA REACCIÓN DE BENITO)
Poco después de la visita a don
Antonio, fui a hablar con mi ginecóloga. Esta ratificó las palabras del doctor
de cabecera y me contó algo que, de hecho, ya sabía, pero la verdad es que oírlo
con un ser que se empieza a formar dentro de ti, impone muchísimo.
-Sería muy bueno que siguiéramos el protocolo apropiado para mujeres
mayores de 35 años, Consuelo. La probabilidad de nacimiento de un niño con
síndrome de Down es aproximadamente de 1 de cada 800 en la población general.
Cuando la madre ha cumplido los 35 años, esta probabilidad aumenta notoriamente
hasta 1 de cada 270. Debes saber también que aunque las pruebas tienen una
fiabilidad alta, no se puede descartar que no les pase por alto importantes
problemas en el feto. No hace demasiado he tenido entre manos el doloroso caso
de una paciente que se hizo las diversas pruebas que le tocaban por la edad,
entre ellas la amniocentesis famosa, también el estudio citogenético, que dio
un cariotipo normal, e incluso la ecografía de las 33 semanas que no mostró
ninguna alteración morfológica. Pues bien, cuando nació su criatura descubrimos
que tenía graves malformaciones en los huesos y en el corazón. Ahora quiere
denunciar la administración de salud por negligencia. ¡Así estamos!
-¡Joder, Sara, cómo me animas!
-No quiero sembrar el miedo dentro de ti. Simplemente pretendo ponerte en
antecedentes y hacerte ver que aventurarse a tener un niño cuando la mujer
tiene un útero que no está en su mejor momento puede salir bien, pero también
puede haber problemas graves. Es mi obligación advertirte de ello.
-Lo has dicho muy bien: “aventurarse”. Así es como me siento ahora mismo.
Me parece que estoy iniciando una aventura que ya veremos como acaba.
-Terminará bien, mujer. ¡Terminará muy bien!
-Con mi historial terrible... Mejor no pienso demasiado en el pasado y
adelante con lo que venga. ¿Sabes? Cuando me lo dijo don Antonio tuve un shock,
pero ya me estoy haciendo a la idea y hasta empiezo a ilusionarme con la idea
de volver a sentir las maravillosas sensaciones de la maternidad.
-Así me gusta, Consuelo. ¡Bravo muchacha!
Ya sabéis que en el mismo
momento que conocí la noticia de mi inesperado e inoportuno embarazo pensé de
inmediato en el padre de la criatura, como no podía ser de otra manera. No en
vano, estamos ante nuestra primera gran creación juntos y los dos tenemos mucho
que decir sobre el tema. Pues bien, reconozco que me costó encontrar el momento
para dárselo a conocer. Y es que sentía auténtico pánico de enfrentarme a un
hombre que no sabía cómo se lo podía tomar ya que él, como yo misma, no parecía,
aparentemente, contemplar esta posibilidad en una vida en común que queríamos
que fuera llena de paz, armonía y sobre todo con mucho amor y tranquilidad.
Está claro que "bebé", por santo que sea, y "tranquilidad"
definen dos entidades bastante incompatibles. Al menos esa es mi experiencia
vital. Quizás vosotras tenéis otra. En esto de los hijos, como en tantas otras cosas
de la vida, cada uno cuenta la película desde su experiencia. Y yo he sufrido
mucho por los hijos. Concretamente por Juan. Carla era, es y será un ángel de
chica.
Una semana más tarde de recibir
la importante noticia, lo di a conocer a mi querido Benito, dándole la razón
verdadera de los mareos y descubriéndole las falsedades que le había contado para
tranquilizarlo tras conocer la noticia. Pensé que sentados tranquilamente en la
terraza de un bar, frente al mar y tomando un café, era la ocasión perfecta
para decírselo sin rodeos. El pobre, absolutamente impactado, por poco que se ahoga
con el café que se estaba tomando cuando le solté la bomba. Bueno, de hecho
acabó con el líquido marrón tiñendo su ropa...
-Benito, debes saber que estoy embarazada.
-¿Cómo? ¿Qué? ¿Lo he entendido bien?
-¡Yo diría que muy bien!
-¡Pero Consuelo! ¡Esto es terrible! ¡Me has dejado sin palabras... y sin
café!
-Bueno, lo llevas todo en la camisa. ¡Ja ja ja!
-Pero, pero, pero...
-No piensas decir nada más que "pero"...
-Sí, sí, sí...
-¿Y qué me dices? Es muy importante para mí tu opinión, aunque ya está
hecho y ahora tendremos que salir adelante con la criatura, o criaturas. ¡Vete
tú a saber! ¡Sólo faltaría que tuviera trillizos!
-Consuelo, me acabas de dar una noticia... una noticia... ¿Cómo te lo diría?
Maravillosa, extraordinaria, fantástica, cojonuda y más y más...
-¿Te alegras?
-¿Qué te parece? ¡Ja ja ja! ¡Mucho, amor mío! Mi sueño siempre ha sido ser
padre de un hijo tuyo, pero no te lo había propuesto porque era consciente de
que con todo lo que has pasado con Juan yo no te podía pedir un esfuerzo tan
grande. Pero ahora ya está hecho y sólo puedo que celebrarlo con gran alegría. ¡Gracias,
Consuelo! ¡Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo!
-Bueno, supongo que tengo que decir que me alegro mucho. Serás un padre
extraordinario, ¡no tengo ninguna duda!
-Seremos unos fantásticos papás, Consuelo. Y yo estaré siempre a tu lado
para ayudarte a llevar el embarazo adelante de la mejor manera posible. ¡No
tengas ninguna duda de ello!
-Eso ya lo sabía antes de que lo dijeras, pero realmente me llena de
alegría escucharte tan feliz con la noticia, aunque quizás has perdido la mejor
camisa que tenías.
-Pues espera cuando haya nacido nuestro hijo o hija. Las llevaré todas
llenas de babas ajenas, ¡pero sobre todo propias! ¡Ja ja ja!
-¡Ja ja ja!
Lo repito muy a menudo y no me
canso: Benito es un hombre fuera de serie y su reacción estuvo a la altura de
su personalidad única e irrepetible. Como dice él, seremos unos buenos padres,
sí. Tal vez un poco mayores, tirando a abuelitos, pero saldremos bien librados
de esta porque tenemos ilusión, aunque como bien dice el título, será un
trasiego grande en nuestras vidas, pero positivo, ¡claro!
GIUSEPMARIA@HOTMAIL.COM
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