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MATARÓ
(1.LA PAULINA)
Llevo pocos días en Mataró, pero
la verdad es que estoy encantada con esta ciudad marítima situada cerca de mi
querida Barcelona y que, a pesar de ser incomparables en dimensiones, servicios
y cosmopolitismo, me parece un magnífico lugar para vivir.
Esta mañana tenía que ir a
pasear con Benito por la playa para conocer más a fondo aquella interesante
zona de la ciudad, pero a última hora ha causado baja porque ha tenido que ir a
la Universidad y lo he sustituido rápidamente por una persona que creo que es
todo un descubrimiento para mí. Hablo de Paulina. No sé si os suena el nombre,
pero se trata de la criada de Benito. Bueno, de Benito y también mía, aunque me
cueste enormemente asimilar que tengo una señora que me ayuda en las cosas de
la casa. Jamás hubiera imaginado que llegaría a tener servicio doméstico.
Bueno, la verdad que después de muchos años luchando en el día a día con una
casa que siempre tiende al caos, poder tener una mano amiga que colabore en que
el desorden no se imponga, es de agradecer. Y más aún si pensamos en lo que
llevo en mi vientre y el auxilio que necesitaré cuando las cosas se compliquen,
que se complicarán. ¡Está escrito y bien escrito!
Hablaba de mano amiga y no lo
decía en vano. Será una mano y una amiga, ya me he dado cuenta hablando con ella
en el cordial paseo que hemos hecho. Debéis saber que Paulina es Colombiana y
ha venido a este país nuestro a ganarse la vida para poder mantenerse ella,
pero sobre todo a su familia en Fusagasugá, un pueblo con un número de
habitantes parecido a Mataró y muy cercano a Bogotá. Su historia es como la de
tantas personas necesitadas de un trabajo y que están dispuestas a cualquier
cosa para sobrevivir con dignidad. Impresionante caso que me ha impactado y me
ha hecho pensar que algunas personas deberíamos dar gracias cada día por lo que
tenemos y no ser tan tiquismiquis, exigentes y, en fin, un poco rehenes de una
sociedad que nos ha malcriado demasiado.
-Llegué aquí con una mano delante y otra atrás, doña Consuelo. Piense usted
que vine engañada por una mafia que me ofreció trabajo en lo que supuestamente
era un local respetable de copas y acabó siendo un local de alterne. Yo soy
pobre pero honrada. ¿Me entiende usted?
-Te entiendo muy bien, Paulina. Tu caso es como el de muchas pobres mujeres
de las que se abusa porque están muy necesitadas. El mundo está lleno de
canallas que son capaces de negociar con cualquier cosa sin ningún escrúpulo.
Está claro que tú te encontraste con algún indeseable de estos...
-¡Sí señora! Con más de uno que quiso abusar de mí. He sufrido mucho y he
tenido que luchar muy fuerte para superar esa etapa. Al principio tuve que
aceptar las condiciones para pagar la deuda contraída con ellos. Finalmente
pude salir de ese mundo gracias a que la policía acabó con la banda y
encerraron a los cabecillas. Quedé en una situación muy delicada al borde de la
expulsión, pero afortunadamente conocí de forma casual al ángel de don Benito
que movió cielo y tierra para que pudiera quedarme. Me ofreció un contrato de
trabajo en su casa y logró que no me expulsaran.
-¡Caramba¡ Qué historia más
impactante, amiga. Es impresionante todo lo que me cuentas. Por cierto, me he
quedado con una duda que me inquieta un poco. ¿Dónde conociste a Benito?
-No tiene ningún motivo para inquietarse, doña Consuelo…
-Por favor, Paulina, no me digas más doña Consuelo... Este "doña
" me descoloca y me recuerda demasiado a mi consuegra... ¡Ja ja ja! Ya
entiendo que me quieras tratar de usted, sobre todo porque es un uso
lingüístico habitual en América del Sur, pero con un "señora" ya
iremos bien servidas. ¿De acuerdo?
-¡De acuerdo, señora Consuelo! Le decía que puede estar muy tranquila
porque a don Benito…
-Mejor señor Benito... ¡Ja ja ja!
-Al señor Benito lo conocí en la Iglesia.
-¿En la iglesia? ¡No sería rezando!
-¡No! Yo tampoco soy mucho de rezar. Mi Dios no es el de la Iglesia... Lo
conocí en la comida de Navidad que organiza la comunidad de San Egidio. Usted
sabe, ¿no?
-¡Ah sí, y tanto!
-Yo estaba sin nada después de perder los ingresos y la sucia cama que me
proporcionaban y me quedé en la calle. Don… el señor Benito estaba haciendo de
voluntario en la comida y hablamos largo rato sobre mi situación. Es un hombre
con un gran corazón…
-¿Me lo dices o me lo cuentas? ¡Es maravilloso!
-¡Sin
duda! Al saber de mi delicada posición movió algunos hilos entre amigos suyos.
Me presentó a un abogado que llevaba casos como el mío y éste logró lo que
parecía imposible: proporcionarme una vida digna y un empleo fantástico en su
propia casa. Para mí el señor es como un dios. Gracias a él he salido del fango.
Sin su ayuda, ¿qué habría sido de mí? Le tengo mucho cariño y mucho respeto,
claro.
-No sabes cómo te comprendo, amiga Paulina. La verdad es que mi caso no
tiene nada que ver con el tuyo, pero en el fondo tiene una cosa en común. Benito
también me ha sacado de la miseria, no económica, pero si sentimental.
Sentimentalmente estaba acabada, sin esperanzas, hundida en un pozo sin salida después
de la muerte de mi hijo. Él me dio la mano y me ayudó a salir. Quizás sí que es
como una especie de Dios, pero muy, muy humano. Y además me dará un hijo
después de perder a mi Juan...
-¡Oh señora! No me diga que está en estado de buena esperanza. ¡Qué
alegría!
-¡Sí lo es! Es una alegría muy grande que no fui capaz de entender hasta
que vi la ilusión de ser padre reflejada en sus ojos. Entonces comprendí que lo
que llevo en mis entrañas es mucho más que un hijo, es la consagración de
nuestro amor inexpugnable e indestructible. Soy la mujer más afortunada del
mundo, Paulina.
-¡Sí que lo es, señora, sí que lo es!
Paseando distraídamente por la
plataforma del puerto y por el paseo marítimo, bajo un sol de primavera casi
tan cálido como la conversación entrañable teñida de mucha humanidad que hemos
mantenido Paulina y yo, nos ha pasado la mañana. Realmente ha sido un
descubrimiento muy agradable el de esta mujer sobre la treintena, de aspecto
frágil, pero con una gran fuerza de voluntad que, de buen seguro, le ha dado el
hecho de haber tenido que lidiar con una situación difícil para sobrevivir. Una
mujer admirable de la que seguramente aprenderé mucho.
GIUSEPMARIA@HOTMAIL.COM
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