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DESTINO FINAL: LA ALMUDENA
(3. EL INICIO DE UN EVENTO
GRANDIOSO, PERO...)
¡Sí, es verdad! Todo el
acontecimiento estaba tomando una dimensión muy exagerada. ¡Quizás demasiado!
Esto no quita que fuera absolutamente sorprendente e interesante, pero todo lo
que rodeó a la boda de la consuegra resultó incluso un poco empalagoso. Tal
como sucede cuando te lanzas a comer pastel de nata atraída por el gran
atractivo de aquel dulce blanco. Cuando llevas comiendo demasiado rato acaba
siendo hasta desagradable.
Ya que hablo de pasteles, vamos
a cortar en trozos las más de dos horas que duró el evento y nos los tomaremos en
pequeñas dosis a fin de que no tengáis, también vosotras, una indigestión nupcial.
Lo primero que nos impresionó,
nada más llegar, fue la gran cantidad de curiosos que había enfrente del
edificio de la Catedral esperando ver la llegada de los novios y de los
invitados. La Policía Municipal ponía orden como podía, pero a pesar de ello
tuvimos un poco de dificultad para acceder al recinto.
Antes de sentarnos en nuestro
lugar de privilegio, Benito y yo fuimos a visitar las naves laterales de la moderna
catedral. Ni él ni yo somos precisamente muy religiosos, pero nos impresionó la
belleza de algunas imágenes, sobre todo del retablo, formado por dieciocho
tablas que reflejan la vida de Jesús y María y con la virgen que da nombre al
templo en el centro de la capilla.
Finalmente sentados en primera
fila y al lado de mi hija, mi yerno y los dos nietecitos, extrañamente
tranquilos hasta entonces, admiré el gran Santo Cristo tallado en el siglo XVII
y el magnífico Altar Mayor de mármol verde que tiene enfrente.
-¿Sabes que me acaba de decir una feligresa que ha venido a la boda,
Consuelo?
-¿No? Soy todo oídos, pero me temo que algo sorprendente como todo lo que
está pasando hoy...
-¡Pues sí! Resulta que desde 1993, año en que se puso en "funcionamiento"
con la bendición del Papa de Roma, sólo ha habido una boda en la Almudena, la
de los Príncipes de España, en el año 2004.
-¡¿Qué me dices?!
-Yo también he alucinado cuando lo he oído.
-Al final será verdad que doña Pilar es todo un personaje.
-Doña Pilar es sorprendente, pero parece ser que el que era un portento era
su marido. Hay muchos que no lo han olvidado. Creo que el taxista no es el
único que lo añora a él y seguramente que a sus sobres.
-No es por nada, Benito, pero creo que por aquí en Madrid hay mucha mafia...
-Como en todas partes, pero aquí todo tiene una gran dimensión, como la
misma catedral.
Verdaderamente, la noticia que
me dio Benito me impresionó y me demostró que tal vez había minusvalorado mucho
la celebridad de mi consuegra. Tanto tiempo conviviendo con un personaje como
ella y yo sin saberlo. Bueno, que no era una persona muy normal ya me había
dado cuenta, pero nunca jamás hubiera podido imaginar que tenía la capital de
España a sus pies.
Buscando más hechos
impresionantes en la misma línea, empezaré por citar la extraordinaria
concurrencia que poco a poco fue llenando hasta la bandera la Catedral. ¡Sí,
exactamente así! Finalmente no quedó lugar ni para un alfiler, como se suele
decir. Entre estos asistentes, había de todo. Desde modesta gente de la calle
que no había podido resistir la tentación de ver a su antigua vecina casarse,
hasta la crème de la crème de Madrid. En este sentido, destacaré una por encima
de todos. Sí, finalmente vino la mismísima alcaldesa de la ciudad, acompañada
de su famoso marido. También altos cargos del partido del gobierno y gente de
los partidos de la oposición. Así como un montón de gente popular en la meseta
capitalina.
También merece una mención
especial la nutrida concurrencia de medios de comunicación. Ciertamente os
confieso que quedé impresionada hasta extremos de delirio. Todo lo que estaba
contemplando me hacía frotarme los ojos y pensar que no podía ser real. Pero
sí, era la pura verdad. Madrid se había movilizado para acompañar a mi
consuegra en su subida al verde altar de la Almudena. ¡Increíble!
Un momento también realmente
extraordinario fue el de la llegada de don Eusebio. Iba impecablemente vestido
con un frac negro y agarrado del brazo de una mujer que después supe que era su
hermana mayor. La cara del novio mostraba una emoción claramente difícil de
contener. Tampoco me extrañó demasiado porque ser protagonista de aquel evento
en un escenario de esa importancia invitaba no a la emoción, sino directamente
a la conmoción. Yo no creo que pudiera soportarlo. Cuando llegue mi momento me
conformaré con algo más casero, ¡supongo! A decir verdad, de mi Benito no me
fío demasiado en este sentido. ¡Ya veremos!
En el altar lo recibió su ex-colega
con una gran sonrisa y un fuerte apretón de manos como preludio de un sentido
abrazo. Al parecer estudiaron juntos en el seminario de Toledo. A la espera del
momento álgido de la llegada de la novia, los dos viejos conocidos se
entretuvieron charlando de forma distendida. Quizás hablaban de su juventud
entre sotanas y libros e imágenes religiosas. Seguro que nunca habían imaginado
que un día uno de ellos casaría al otro en la Almudena. ¡Ver para creer! Benito
y yo, mientras tanto, no pudimos evitar de comentar la decoración floral que
una importante, selecta y carísima floristería del centro de Madrid había
dispuesto para el evento religioso.
El altar presentaba una
decoración floral sobria con tan sólo dos bellos ramos, de tamaño reducido y
con flores variadas, dominado por el color blanco, a ambos lados de la sagrada
roca. Lo que presentaba un aspecto espectacular era todo el pasillo central ya
que se encontraba iluminado y adornado con margaritas blancas, la flor favorita
de la novia, sostenidas en los laterales de los bancos. Una imagen de gran
belleza plástica que acompañó el novio en su emocionada y emocionante llegada y
que estaba a punto de hacerlo con doña Pilar, en un momento que se auguraba
como ciertamente apoteósico.
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