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UN GRAN TRANSTORNO
UN GRAN TRANSTORNO
(1.VISITA AL MÉDICO)
Me permitiréis que aparque ya
definitivamente el tema de la boda de doña Pilar y don Eusebio. Creo que ya os
habéis hecho una buena idea de cómo fue la película del enlace. ¡Bastante mala,
por cierto! Están casados y bien
casados, aunque la empresa no fue nada fácil. Sólo añadiré que poco después de
la accidentada boda tomaron un avión, que no hizo ningún aterrizaje forzoso, ni
tampoco se cayó al Atlántico, y se fueron a pasar quince días fantásticos de
luna de miel al Caribe. Bueno, se supone que les fue muy bien aunque después
del festival de los despropósitos del que fuimos testigos de excepción en
Madrid, no se puede descartar nada. Al menos volvieron sanos y salvos del viaje.
¡Que no es poco!
Hoy voy a ponerme mucho más
seria que en los últimos días porque tengo noticias muy impactantes y
perturbadoras para mi vida, como reza el título, que os quiero dar a conocer de
inmediato. Sí, como podéis imaginar, tiene que ver con los extraños mareos y
desfallecimientos que sufrí en la meseta castellana. Como ya os adelanté, inmediatamente
después de llegar a Villajoyosa me propuse visitar al médico de cabecera de la
familia. Un hombre que conocéis bien si habéis seguido toda la serie de mis
modestos escritos personales. Se trata del famoso don Antonio que intervino
decisivamente en el nacimiento de mis nietos en una jornada absolutamente
delirante (otra) dentro de la iglesia del Carmen de Benidorm en la boda de sus
padres. Bueno, no lo volveré a explicar ahora porque ya lo escribí con detalle
en su momento. Ese día el bueno de don Antonio se comportó como un valiente y
pasó con buena nota la prueba de comadrón a la fuerza de gemelos sobre altares
eclesiásticos. Desde entonces la familia le tiene una consideración especial.
Casi lo tenemos por el tío Antonio. ¡No podía ser de otra manera!
- ¿Qué te trae por aquí, Consuelo?
-Estoy muy preocupada, Antonio. Tengo unos extraños mareos y he tenido dos
desfallecimientos mientras estábamos casando, con esfuerzo y dedicación, por
cierto, a doña Pilar en Madrid. El primero lo tuve en la Plaza de Oriente y el
otro en la catedral de la Almudena, que por poco me cuesta carísimo. Mira qué herida
me hice en la cabeza al chocar contra el pétreo suelo del altar...
-¡Cojones! ¡Qué barbaridad! ¿Sabes que te digo, querida Consuelo? Para
solucionar el tema de los mareos mejor que no vuelvas por Madrid y listos. Los
aires de la meseta no se te han puesto nada bien...
-No te lo tomes a broma que estoy muy preocupada...
-Pues a ver qué podemos hacer para tranquilizarte un poquito. Para empezar
unas pruebas de orina y de sangre, a parte de un reconocimiento médico
exhaustivo.
-Lo que sea necesario, don Antonio. ¡Sé que estoy segura en tus sabias
manos!
-Y no te preocupes que es posible que se trate de algún virus estacional. ¡En
primavera ya se sabe!
Con las pruebas analíticas bajo
el brazo, volví dos días después a la consulta de mi médico de cabecera. Muy
nerviosa, me fijé como sus ojos recorrían las hojas con una mirada cada vez más
interesada y sorprendida de lo que estaba leyendo. Yo, mientras tanto, con la
impaciencia de quien está muy cerca del colapso nervioso, pendiente de unas
palabras que me podían hundir en la miseria, le acabé pidiendo si lo que estaba
viendo era para preocuparse.
-Bueno, lo que estoy leyendo es realmente sorprendente. ¿Qué edad tienes,
Consuelo?
-Tengo 43 años, don Antonio, pero no lo vayas diciendo por ahí porque no
tengo la costumbre de decírselo a nadie. Eres de los pocos que lo saben. ¿Pero
qué pasa? ¿Por qué es tan importante mi edad?
-Mujer, es muy importante porque ante ti tienes una perspectiva difícil a
partir de cierta edad... Cuanta más edad se tiene todo se complica enormemente...
-¿Qué tengo? ¿Es un mal grave? ¡Habla claro, por favor!
-No, nada grave si te gusta dormir poco por las noches, cambiar pañales sin
parar y quedarte sin vida personal...
-¡Coño! ¿Me estás diciendo que estoy embarazada?
-¡Un poquito! ¡Ja ja ja!
-¿Un poquito? ¿Lo estoy o no lo estoy?
-La prueba del nivel de la hormona del embarazo no deja lugar a dudas. ¡Estás
totalmente embarazada, Consuelito!
¿Qué os parece? Pasada la
cuarentena y en estado de buena esperanza. Si os digo la verdad, se me cayó el
mundo encima. No tenía ni las más mínimas ganas de embarcarme en todo lo que
supone un esfuerzo de este tipo, pero ahora ya era tarde para lamentaciones
inútiles. Sólo quedaba un camino: aceptarlo con resignación y hacer todo lo
posible para que esa difícil prueba inesperada fuera lo mejor posible.
De inmediato me vino a la cabeza
el padre de la criatura, que no podía ser otro que Benito. ¿Cómo se lo tomaría?
No os lo creeréis pero nunca habíamos hablado del tema de tener hijos. Parece
que se daba por supuesto que este aspecto importante de la vida de las parejas
no iba con nosotros, debido a nuestra edad, claro. Pues mira por donde, a
partir de ese momento no sólo iba con nosotros sino que se había presentado de
improviso y marcaría, sin duda, todo nuestro futuro como pareja. No me
resultaba nada fácil hacerme a la idea de que todo el mundo que había imaginado
al lado de mi amado había empezado a tambalearse a partir de ese momento. No me
sentía con fuerzas para hacer frente a esa dura prueba con una edad avanzada
para una misión terriblemente difícil y complicada como aquella. Y es que el
duro recuerdo de mi fracaso como madre con Juan estaba aún muy presente en mi
vida. Ya lo he dicho antes: se me cayó el mundo encima.
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