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UN BANQUETE DE MUSEO
(3.EL BAILE)
El final de fiesta fue
absolutamente sorprendente. La buena mano derecha de doña Pilar hizo posible
que lo que había tomado un derrotero de posible batalla campal por las
tensiones generadas entre algunos invitados y los manifestantes, se convirtiera
en un rato de paz y de tranquilidad marcada por una alegría, y hasta
una camaradería, que no se había vivido en toda la celebración. Sí, realmente
la llegada de aquella gente modesta, con una problemática humana muy grave que
la mayoría de los allí presentes no entendían porque les quedaba muy lejos de
sus chalets de la Moraleja o del barrio de Salamanca, dio una nueva perspectiva
a la fiesta. La convivencia entre unos y otros se hizo muy positiva para todos e
incluso los políticos con cargos allí presentes se comprometieron a ayudarles.
Y todo gracias a una mujer que finalmente había tenido una satisfacción
personal después de una jornada que no había estado, precisamente, a la altura
de lo que ella y todos esperábamos.
A la hora del baile, una desconocida
doña Pilar y un reavivado don Eusebio se dirigieron, con un extraño ataque de
alegría -por lo que llevaban mostrado durante el día-, hacia la pista de baile
y comenzaron a moverse con cierto salero, sobre todo si tenemos en cuenta que
el novio no era hombre, al menos en el pasado reciente, que tuviera mucho
tiempo para los bailes de salón. No era de imaginar que se dedicara a bailar
con sus feligresas en aquellas épocas de rector de la Virgen del Carmen de
Benidorm. O quizá sí. ¡Vete tú a saber! Tal vez entre Padrenuestro y Ave María
se dedicaba a hacer unos cuantos movimientos de cadera al ritmo del Aleluia, Dios es nuestro Padre. ¡Todo es
posible!
Los novios abrieron el baile,
como es de rigor en estos casos, con un bonito vals. Ciertamente, daba gusto
verlos entregados con pasión a aquella placentera tarea, después de horas de
tensiones y de dificultades. Por un momento dio la impresión que eran capaces
de abstraerse de todo aquel maremágnum en el que todos habíamos estado inmersos
y relajarse bajo las hermosas notas de una música magníficamente interpretada
por una mini orquesta sinfónica con director de bolsillo y todo. Digo de
bolsillo porque no levantaba un palmo del suelo. Una especie de bola humana con
frac. Eso sí, movía la batuta con gran maestría, pasión y dinamismo. Terminé
sufriendo por el ojo de uno de los violinistas, por cierto.
Os preguntaréis qué fue de mi
gran anhelo de bailar con el ex presidente del gobierno, y compañero de mesa. Hacéis
bien en preguntaros por este tema porque tengo una buena respuesta. Bueno,
diría que espectacular y todo. Recordaréis que le cuestioné cómo se le daba eso
de sacudir el cuerpo al ritmo de la música y me dijo que lo hacía incluso mejor
que gobernar. Pues bien, ahora entiendo que su gobierno terminara como el
rosario de la Aurora. Sí, tuve oportunidad de comprobar personalmente su estilo
peculiar de bailar, cuando ya lo había casi descartado. Y es que
inesperadamente se me acercó y me sorprendió con su propuesta.
-¿Qué te parece Consuelo? ¿Nos echamos un bailecito?
-¡Oh, gracias, encantada! ¡Será un honor para mí! No esperaba este gesto
tan gentil por su parte.
-Nada, nada mujer. Yo sí que estoy encantado. No será la primera vez que
bailo con catalanes. Con el Pujol nos metíamos unos bailoteos… ¡Ja ja ja! Pero
tú, Consuelo, eres mucho más guapa. ¡Pero
mucho más!
-¡Ja ja ja! Tiene un sentido del humor muy agudo, José Mari…
-Vamos, trátame de tú, Consuelo, ¡por favor! Ya hay confianza entre
nosotros, ¿no? Y más que la habrá después del bailoteo…
-Claro, José Mari. Espero estar a tu altura en el baile…
-De altura mejor que no hablemos, que no es mi fuerte… ¡Ja ja ja!
Realmente debo reconocer que el
antiguo presidente tiene un sentido del humor bastante peculiar. Además se
trata de un personaje muy coqueto que estoy convencida de que se pasa el día
mirándose al espejo. En cuanto al baile, la verdad es que todavía se me pone la
piel de gallina cuando pienso en como se desarrolló. A ver señoras: ¿se
imaginan bailando la Melodía Encadenada
-sí, la que sonaba en la película Ghost cuando la chica estaba modelando barro,
llegó el guaperas y protagonizaron una de las escenas más sensuales de la
historia del cine- con la antítesis de Patrick Swayse. Bueno, yo tampoco soy Demi
Moore ni, afortunadamente había por allí un obrador de cerámica, pero sí que me
puso las manos encima e intentó "moldearme" a su gusto durante un
rato eterno.
Caramba con el expresidente, ¿eh?
Y diré más: me lanzaba unas miradas que cada vez que me acuerdo de ello me
pongo a temblar. Sabéis que os digo: me estaba bien empleado por pasarme de la
raya. Tantas ganas de bailar con aquel hombre por simple morbo y ahora tenía
ante mí una fiera que no perdía el tiempo y que tenía los ojos encendidos de
pasión.
-¿Vives en Madrid, Consuelo?
-¡No, José Mari! En la provincia de Alicante, en Villajoyosa.
-Ah, Villajoyosa. Precioso lugar, aunque yo prefiero la costa de Castellón
para pasar las vacaciones. Benicarló me encanta.
-Toda la costa de Levante es Maravillosa, José Mari…
-¡Como tú!
-¡Oh gracias!
-¿Eres feliz en tu relación con Benito, Consuelo?
Afortunadamente, vino presto a
salvarme precisamente el aludido. Seguramente que vio que empezaba a incomodarme
y, discretamente y aprovechando el final de la canción, me sacó de las garras
de aquel hombre y me ahorré de contestar una pregunta tan sencilla e
inquietante a la vez.
-¡Gracias Benito! La verdad es que ya se estaba pasando un poco de la raya
este tipo. Entre los achuchones fuera de medida imitando burdamente a Patrick
Swayze y las preguntas íntimas en absoluto pertinentes, lo que había empezado
siendo como un juego para mí ya no tenía ninguna gracia.
-Es que levantas pasiones, Consuelo. Lo último que me podía imaginar en
esta vida era verte bailar con este personaje y que tuviera que venir a rescatarte
de sus fauces antes de que las cosas fueran a más.
-¿Fueran a más? ¿No te pensarás que yo?
-¡No lo sé! Te he visto muy apasionada bailando entre sus brazos. La verdad
es que ya me estaba empezando a inquietar, aunque no te veo de futura alcaldesa
de Madrid, quizás del Torrelodones de los amigos manifestantes, como mucho. ¡Ja
ja ja!
-Ahora que lo dices, quizás podría tener un futuro en la política gracias a...
¡Me acabas de abrir los ojos! Con tu permiso voy a bailar este pasodoble con mi
amigo José Mari que se ha quedado compuesto y sin novia. Tenemos algunos temas
que tratar entre sacudida y sacudida del body en la pista de baile...
-¡No serás capaz!
-Pues la verdad es que no. ¡Ja ja ja! Ya he tenido suficiente dosis de pulpo
con brillantina y pagado de sí mismo por hoy... Ahora, me conformaré contigo un
rato... ¡Ja ja ja!
-¿Cómo que te conformarás conmigo un rato? ¡Ja ja ja!
Mientras Benito y yo bailábamos
más pendientes de las bromas divertidas que de la música, vimos pasar fugazmente
por nuestro lado a doña Pilar bailando con frenesí con... ¡No os lo creeréis!
Doña Pilar terminó el día bailando, y riendo alocadamente, entre copa y copa,
con el líder de los manifestantes. Era lo último que nos faltaba por ver después
de haber asistido a la boda más singular e irrepetible de nuestras vidas. Sí,
una boda y un banquete para guardar en un museo.
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