[40]
UNA VISITA ILUSTRE
(4...A LA COMISARIA)
Sí, sí, ya sé que os dije que
queríamos ir de visita a la fantástica y fabulosa obra de Gaudí, aunque para
algunos "entendidos" no es su mejor aportación a la arquitectura
modernista. ¿Cómo era el dicho? ¡El hombre propone y Dios dispone! Una frase muy
adecuada para un día que simplemente nos proponíamos ir de visita a una de las
más magnas obras dedicadas a la fe cristiana y que acabamos en una comisaría de
policía descuidada y nada artística, ante un funcionario gordo y maloliente, hastiado
de su rutinario trabajo.
No, no, de ninguna manera
creímos que era mejor pasar la jornada saludando a los entregados agentes que
velan por nuestra seguridad. Ya tuvimos una sobredosis de ellos en los días posteriores
al salvaje ataque a nuestra casa y durante el doloroso rapto de Paulina.
Nuestra entrada en el enigmático mundo de los uniformados con placa fue
forzadamente y a causa de un problema de nada despreciable dimensión que tuvo
que ver, principalmente, con don Eusebio. Esta vez le tocó al impasible marido
de doña Pilar, sí, aunque el circunspecto ser demostró que cuando hay que enseñar
el genio, lo tiene, ¡y mucho! En esta ocasión, ¡quizás demasiado!
Nos encontrábamos haciendo larga
cola fuera del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona (un nombre
más fácil de recordar que el de la... ¿cómo se llamaba? Ah, sí, algo así como
Catedral de Santa María la Real de la Almudena), cuando, de repente, una chica
que se encontraba detrás de nuestro grupito se tropezó con la mala fortuna que
cayó sobre el excura. Los dos dieron con sus huesos por el suelo, pero
afortunadamente sin sufrir, aparentemente, ningún daño. Don Eusebio se levantó
sin más novedad, aunque un poco aturdido, mientras que la chica, aparentemente
también sana y salva, abandonó, con cierta presteza el lugar del accidente. Un
hecho que nos llamó la atención porque significaba dejar la cola que había estado
guardando durante un buen rato. ¿Ya no quería visitar el templo? ¿Estaba
avergonzada por lo que había provocado o era una sinvergüenza que acababa de
hacer un buen negocio gracias al bueno de don Eusebio?
El consuegro sospechó de inmediato
de la actitud de esa persona, sobre todo cuando comprobó, perdiendo ahora sí
las buenas maneras que lo caracterizan, que el bolsillo donde supuestamente
descansaba su cartera, estaba vacío. Aparentemente, pues, don Eusebio parecía
haber sido víctima de un hurto. Ninguno de los tres estamos demasiado
habituados a correr, pero la gran barriga del consuegro no lo hace
especialmente dotado para esta disciplina atlética. Por el contrario, la chica,
que aparentemente se había hecho con el dinero del hombre, era muy joven,
delgada y de aspecto atlético. A pesar de todo, sin embargo, una vez más
comprobamos el inmenso poder del dinero, sobre todo cuando estás convencido de
que te han desvalijado descaradamente. Y es que cuando a una persona le tocan
el bolsillo sufre una transformación casi milagrosa. No exagero nada si digo
que a don Eusebio sólo le faltó quitarse el elegante vestido y que apareciera un
llamativo traje de superhéroe, debajo. Bueno, a lo mejor sí que exagero un poco,
¡pero no demasiado!
Después de comprobar que la
cartera había desaparecido, y creyendo que todavía se podía divisar la figura,
aunque lejana, de la chica en cuestión, don Eusebio inició una carrera que
ríete de Usain Bolt. La joven, cuando se sintió perseguida, aceleró el paso,
pero en una de las ocasiones que giró la cabeza para mirar en dirección al
perseguidor, quizás impactada por su semblante enloquecido, se tropezó y cayó
al suelo de una forma tan aparatosa que a los que seguíamos la escena desde la
distancia se nos puso la piel de gallina. Don Eusebio, ante el revuelo general,
consciente de que su presa estaba a punto de caramelo, se echó literalmente
encima de ella mientras la conminaba a entregarle lo que era suyo. La joven,
incapaz de hablar nuestra lengua ni
ninguna otra comprensible para nosotros, muy contrariada y hasta aterrorizada,
se intentaba proteger de una agresión inexistente. Lo único que pretendía don
Eusebio era recuperar la cartera y su contenido, pero, ¿tenía realmente esa chica lo que le pertenecía?
No tardó ni cinco minutos en
aparecer un guardia municipal. Es una zona con bastante presencia policial
debido al inmenso número de carteristas, y otras perlas de la flora y la fauna
del delito organizado, o desorganizado, que el turismo atrae como moscas. Don
Eusebio, terriblemente nervioso, denunció que la chica le había robado la
cartera. El policía, con cara de gran sorpresa, nos aseguró que era una
cuestión de los Mossos de Esquadra, pero que le extrañaba enormemente que
aquella chica, en particular, hubiera hecho lo que la presunta víctima del robo
manifestaba porque formaba parte de un grupo de turistas alemanes de una
escuela religiosa. No respondía, por lo tanto, al arquetipo de carterista
habitual en esa zona. La noticia nos inquietó terriblemente ya que, todo
parecía indicar que don Eusebio, en medio de la confusión, había cometido un fatal
error y había atacado a una inocente.
Nuestras fundadas sospechas se
confirmaron poco después cuando llegó una patrulla de la policía catalana.
Efectivamente, la chica no tenía nada que ver con el robo y, para colmo, puso
una denuncia contra don Eusebio por agresión. ¿Qué os parece? Sí, acabamos
todos en las hermosas dependencias policiales. ¿Quién quiere pasar una jornada
viendo las maravillas constructivas del modernismo de Gaudí si puede estar
sentado un buen rato en la sala de estar de una comisaría llena de gente de
toda tipo?
En todo este espectáculo no
podía faltar la aparición estelar de mi consuegra. Su desafortunada intervención
llegó a la hora de la declaración. Doña Pilar perdió los nervios, dijo más de
una inconveniencia dirigida a los agentes, fruto de ese estado de alienación y
hasta terminó desmayándose por la tensión que estaba viviendo. El pensamiento
de ver al santo de su marido entre rejas fue demasiado para ella y no lo pudo
soportar.
Mientras tanto, el pobre de don
Eusebio, sin cartera y con cargos por agresión era un hombre hundido, tras la
declaración. Para una persona de orden que nunca ha roto un plato, la pesadilla
que estaba viviendo le superaba. Los agentes de policía, conscientes de que
todo había sido un lamentable error fruto de la tensión de quien se siente
robado, hicieron todo lo posible para hacer entender a la joven que el agresor
le había confundido por la carterista que, presuntamente, le acababa de robar
la cartera. Finalmente, la bondad de personas civilizadas se impuso y la joven
retiró la denuncia. Don Eusebio respiró tranquilo, aunque el disgusto después
de un rato nefasto, no se le borraba de la cara. Por otra parte, doña Pilar
recuperó el aliento y una cierta alegría y yo di gracias que se hubiera impuesto
el sentido común y que todo hubiera quedado en nada.
Dentro de la desgracia propia de
una jornada que debía ser de disfrute viendo la obra de Gaudí y que se había
torcido de una forma muy triste, justo cuando estábamos abandonando las
dependencias policiales, llegó la excelente noticia de que un ciudadano
ejemplar había encontrado la cartera de don Eusebio en el baño de hombres de la
cafetería donde habíamos desayunado antes de proponernos ir a hacer cola al
templo que pretendíamos visitar. Y lo más sorprendente es que la entregó
inmaculada y virgen. Es decir, sin que faltara ni un solo euro, ninguna tarjeta
de crédito ni la estampita de la Virgen del Carmen de la que don Eusebio es
devoto. ¿Un milagro de la Santa? ¡No hay que descartarlo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario