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Y LA VIDA VA PASANDO...
EL CUMPLEAÑOS (2)
Quizás ya no os acordáis que la
que aquí escribe está en estado de buena esperanza. Yo sí lo tengo muy en
cuenta, por lo que me va en ello. De hecho, en el momento menos oportuno se me
hizo más presente que nunca, desgraciadamente.
La celebración del aniversario
del primer año desde que nos conocimos Benito y yo, comenzó de una manera
fantástica. La que pretendía dar la gran sorpresa fue la primera impresionada
por un presente inesperado. Y es que antes de que pudiera abrir la boca para
decir a Benito que le había preparado una sorpresa culinaria y otra floral, se
presentó delante de mí con una cajita tan bien envuelta como sospechosa. Sí, no
me equivoqué -como tampoco vosotras, seguramente- y dentro había un anillo de
oro maravilloso con un pequeño brillante en el centro que quería simbolizar el
año que hacía que habíamos entrado en contacto por primera vez en el mundo
virtual de XOXXIAL. Una pequeña obra de arte de orfebrería, como de hecho lo es
también nuestra relación llena de momentos dorados.
Quedé tan impresionada con el
extraordinario regalo de mi amado, que hasta me faltaron las palabras. Sólo fui
capaz de emitir unos sonidos de admiración que no llegaron a palabras y con el
sonido de la vocal “o” como máximo
protagonista. Finalmente, fuertemente abrazada al generoso autor del grandioso
obsequio, conseguí decirle lo inmensamente feliz que me había hecho su regalo,
antes de que un beso eterno y placentero callara mi discurso entorpecido. ¡Qué
bonito es el amor!
Con el anillo puesto en el dedo
y sin poder parar de mirarme la mano todo el tiempo, fui a buscar su regalo.
Finalmente, no pude esperar hasta después de comer. Estaba tan impresionada por
la joya que brillaba en mi dedo que quise darle la réplica, aunque más modesta,
de inmediato. Además, así el bonito ramo podría dar una nota de color y de olor
a la comida de aniversario.
-No es un regalo tan valioso como el tuyo, pero también está hecho con el
corazón, ¡mi amor!
-¡Oh, qué maravilla! ¡Me encanta! ¡Gracias mil veces, Consuelo! Y no sólo
por este regalo tan precioso, sino por el regalo continuo de tu compañía y de tu
amor inagotable. ¡Soy el hombre más afortunado del mundo!
-Mejor que no empezamos con el habitual intercambio de alabanzas y de
piropos o no comeremos. ¡Ja ja ja! Tengo tanto a agradecerte, mi amor. Este año,
junto a instantes maravillosos, ha estado lleno de momentos durísimos que hemos
vivido juntos, pero por eso mismo también nuestro amor se ha consolidado y
fortalecido de una forma que parece indestructible. Por todo ello, lo quería
celebrar poniendo todo mi amor en cada una de las cosas que hiciera hoy
dedicadas a ti, empezando por unos modestos canelones que he preparado
especialmente para la ocasión.
-¡Oh, no me podías hacer mejor regalo, aparte de las preciosas rosas! ¡Me
encantan tus canelones, y muchas otras cosas tuyas! ¡Ja ja ja! ¡Eres
maravillosa! Gracias por este año que ha tenido de todo, y no siempre bueno, es
verdad, pero en el que nunca ha faltado el amor que sentimos el uno por el otro
y que será eterno, estoy seguro. ¡Te quiero, Consuelo!
-Te quiero con locura, Benito. ¡Eres lo mejor que me ha pasado!
-Pues yo también a ti y con locura de frenopático, ¡faltaría más! ¡Ja ja ja!
A ver si vamos a discutir por quien ama
más al otro. ¡Ja ja ja!
-¡Ja ja ja! No, no discutiremos por eso, como no hemos discutido nunca por
nada.
El almuerzo estuvo presidido por
un ambiente que no os costará demasiado imaginar habiendo oído las previas y
conociendo como las gastamos Benito y yo. Los canelones no fallaron, y mi amado
parecía el hombre más satisfecho y más contento del mundo mientras se los comía.
No debería decirlo, pero estaban de campeonato. ¿Qué más podíamos pedir en ese
día tan especial. Amor a raudales y la barriga contenta y satisfecha. ¡Un
placer total y absoluto!
Me abstendré de repetir que en
mi vida, como quizás os pasa a vosotras, cuando llevo demasiado rato de
satisfacción y de alegría es como para empezar a preocuparse. Vosotras ya me
entendéis, supongo. Estoy intentando decir, con mucha tristeza, que la
celebración tuvo un final nada adecuado con lo que había sido hasta que
apareció de nuevo mi conocida compañera de viaje: la fatalidad. Y es que en una
de las frecuentes veces que tengo que ir a orinar desde que estoy embarazada,
me di cuenta de unas sospechosas manchas de sangre en la ropa interior. Este
hecho, combinado con un dolor abdominal que me había agarrado a medio comer me
preocupó hasta el punto que llamé de inmediato a la ginecóloga de Villajoyosa
que certificó mi embarazo. Ésta, me dijo, con voz muy alarmada, que me fuera
urgentemente al Hospital y que anunciara que podía estar sufriendo un aborto
espontáneo. Podéis imaginar cómo se me puso la cara cuando oí sus palabras.
Afortunadamente, el hospital de
Mataró está muy cerca de la urbanización donde vivimos. En poco menos de un
cuarto de hora llegamos a la sala de urgencias del recinto hospitalario. Mi mal
abdominal iba a más y mi desesperación estaba acercándose peligrosamente a los niveles
de las más terribles ocasiones de mi atribulada vida. El hecho de pensar que
podía perder el hijo que esperaba después de haber puesto finalmente tanta
ilusión en él y saber que era el sueño de mi Benito, me producía un malestar
tan terrible que seguramente abonaba el campo para que se produjera más
aceleradamente el desenlace fatal de mi embarazo, pero parecía imposible que
pudiera tomarme todo aquello serenamente, por mucho que me esforzara.
GIUSEPMARIA@HOTMAIL.COM
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