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EL ASALTO
(1. EL ESCUDO HUMANO)
Perdonad que lo diga tan
claramente, pero hoy no estoy escribiendo, estoy liberando una pequeña parte de
la gran tensión que acumulo después de haber vivido uno de los episodios más
angustiosos de mi vida. En el título tenéis la clave. Sí, hemos sido víctimas
de un robo salvaje que, aunque no nos ha causado daños físicos ni a Benito ni a
mí, nos ha dejado un profundo malestar que todavía dura y durará porque a estas
alturas, diez horas después del suceso, todavía estamos esperando que la
policía nos comunique que ha sido de Paulina. Bueno, como es posible que estéis
un poco confundidas dejadme que os explique con pelos y señales cómo ha ocurrido el
episodio terrible que hemos vivido en nuestra lujosa casa.
A la hora que empezaba a
anochecer, Benito ha salido a regar unas plantas que, a pesar de que tienen
riego automático, el calor elevado para la época de los últimos días está secando.
Este hecho lo han aprovechado tres encapuchados para, después de saltar la
valla con facilidad, encañonar a Benito y hacerlo entrar en la casa con ellos.
Podéis imaginar que cuando los he visto llegar me ha entrado un pánico total y
absoluto. Los individuos, bastante violentos y con acento sudamericano, han
pedido por la caja fuerte y que la abriera inmediatamente. Mi amado Benito ha
hecho lo que le pedían sin oponer la más mínima resistencia en un acto de inteligencia
extrema ya que esa gente no estaba para negativas. Yo, mientras tanto, temblaba
sin parar, sentada en el sofá y con un hombre al lado que me apuntaba con una
especie de escopeta recortada.
Después de un rato que se me ha
hecho eterno, se ha abierto finalmente el mecanismo de la caja fuerte y se han
apoderado de todo lo que han considerado que era de valor. Dentro de la inmensa
desazón que vivíamos, uno de los momentos álgidos ha sido cuando ha aparecido
Paulina sin darse cuenta de que estábamos siendo atacados por una banda de
ladrones. Sorprendido por su aparición, uno de los individuos la ha agarrado
por el cuello mientras le encañonaba con un pistola. En ese preciso instante se
ha oído claramente la llegada de un coche a gran velocidad y como frenaba de
una forma muy ruidosa y contundente. Después se ha repetido la escena con otro
vehículo. Este hecho ha inquietado en gran medida a los hombres, y lo que
parecía ser el jefe de la banda ha encañonado a Benito y le ha reprochado
desaforadamente que hubiera llamado, supuestamente, a la policía. Incluso ha
llegado a amenazarlo con disparar el arma, fuertemente nervioso y enojado como
estaba. Benito ha negado que hubiera sido él y le ha recordado al ladrón que la
casa posee una alarma que detecta cualquier hecho extraño y lo comunica
inmediatamente a la policía.
Fuera de la casa, efectivamente,
la policía estaba tomando posiciones para protegernos y detener a aquellos
personajes tan peligrosos, pero precisamente por eso, la angustia, el miedo y
hasta el terror han aumentado de forma exponencial. Y no sólo en los
propietarios de la casa y en la pobre criada que vivía con una pistola pegada a
la cabeza, sino que también el miedo y la tensión estaba presente en lo que se
podía intuir en los ojos de los asaltantes bajo las capuchas. Poco después de
la llegada de los agentes de policía ha sonado el teléfono de la casa y ha
contestado uno de los delincuentes. Ha hablado poco, pero ha sido terriblemente
contundente.
-Váyanse inmediatamente o esta gente va a tener serios problemas…
-No hagan tonterías. Entréguense sin oponer resistencia. No tienen
escapatoria posible.
-Sí que tenemos escapatoria. Dejen el paso libre o la chica morirá…
Después de pronunciar estas
terribles palabras, con un gesto muy nervioso le ha comunicado al hombre que
tenía retenida a Paulina que llevara la colombiana hasta la puerta y que
mostrara a los agentes que se hallaban en frente de la casa su lamentable
"salvavidas". Los policías, ante la evidencia de que la cosa se estaba
complicando por momentos, han bajado las armas mientras el "negociador"
seguía hablando por teléfono con el jefe de la banda.
-Si le pasa algo a la chica se van a pudrir en la cárcel. Lo vuelvo a
decir, abandonen esta postura de fuerza, entreguen las armas y todo va a ser
más fácil para ustedes.
-¡No nos vamos a rendir! Queremos el paso libre y que nadie nos persiga.
Vamos a tomar nuestro carro y nos largaremos. ¡Así de sencillo! Si no se
cumplen nuestras condiciones, la chica morirá.
¿Qué os parece el panorama tan terrible al cual nos enfrentábamos? Como era
de imaginar, la policía, también atada de pies y manos, ha consentido el
chantaje de los agresores y ha permitido que se llevaran a la pobre Paulina
como escudo humano. No podían hacer otra cosa si no querían que el asalto
terminara con un baño de sangre inocente. Y allí, con cara de estúpidos, nos
hemos quedado todos, menos Paulina que se ha ido completamente desencajada dentro
del coche de un grupo de hombres peligrosos y sin escrúpulos. No me diréis que
no se trata de una situación dramática para todos, pero sobre todo para la
pobre, que de buen seguro está viviendo una pesadilla. Y digo que la vive
todavía porque a esta hora, que ya pienso en dejar de escribir por hoy, el
teléfono sigue sin sonar. Me siento muy, muy mal. Benito y yo apenas
intercambiamos ni una sola palabra. Hemos quedado muy tocados y no sólo por el
descalabro psicológico que conlleva una experiencia tan terrible como la que
hemos vivido o por el importante valor económico que se han llevado, sino sobre
todo por la mala suerte de la joven. Sólo queremos una cosa: que suene el
teléfono y que nos anuncien que la chica está sana y salva. Pero de momento
ninguna novedad esperanzadora. La angustia ahora mismo es total.
GIUSEPMARIA@HOTMAIL.COM
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