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Y LA VIDA VA PASANDO...
EL ANIVERSARIO (1)
Y la vida va pasando, atrapemos
cada instante. Sí, va pasando y ayer se cumplió un año desde que conocí al
segundo gran amor de mi vida, después del inolvidable Pablo. Os ahorraré el
discurso habitual sobre su grandeza y lo maravilloso que es. Bueno, de hecho ya
lo acabo de decir... ¡ja ja ja! Era una fecha especial que merecía ser
celebrada intensamente. No siempre se conoce a una persona tan extraordinaria a
la que se puede entregar el corazón con la confianza y la seguridad de que lo
mimará y lo cuidará incluso con devoción. ¡Ya estamos otra vez! No puedo evitar
alabarlo a cada instante. Es que estoy loca por él. Lo digo por si no se había
notado. ¡Ja ja ja!
Si habéis leído los libros
anteriores sobre mi modesta existencia, sabréis que me encantan las flores. A
un hombre que tiene de todo, pensé que le gustaría que le sorprendiera con un
regalo lleno de vida como símbolo de un amor vivo, intenso como el que siento
por él. También como símbolo del aliento que me ha dado en muchos momentos que
podía parecer que estaba viva porque respiraba, pero que realmente me sentía
muerta interiormente.
Por la mañana, mientras Benito estaba
en Barcelona trabajando, me desplacé hasta el centro de Mataró. En la búsqueda
de una floristería terminé caminando por la populosa calle Santa Teresa. Una
pequeña calle que une dos importantes plazas de la capital del Maresme. La
plaza de las Teresas y el centro neurálgico por excelencia de Mataró, la Plaza
de Santa Ana, con la extraordinaria iglesia dedicada a la misma santa
presidiendo uno de los lugares más emblemáticos y vivos de la ciudad.
En la Calle de Santa Teresa,
descubrí una bonita tienda de flores y plantas gestionada por un matrimonio de
edad avanzada, pero aún al pie del cañón, formado por Carmen y Juan. Dos
personas que me atendieron con enorme simpatía y que hicieron posible, con gran
profesionalidad, que mi deseo se hiciera realidad de una manera que incluso
superó mis expectativas. Carmen hizo un ramo maravilloso de rosas rojas
mientras íbamos charlando distraídamente.
-Hará muchos años que tienen esta tienda aquí en el centro, ¿no?
-No se equivoca señora...
-Consuelo
-¡No se equivoca, Consuelo! ¡Cerca de sesenta años!
-¡Extraordinario! Habrá usted visto cambiar todo esto enormemente, en todos
estos años.
-¡Mucho! ¡No tiene nada que ver! En esta calle no había ninguna tienda.
Todo eran casas...
-Pues ahora todo son comercios...
-Sí, cuando empezamos sólo había un zapatero aquí delante y más arriba una
bodega que vendía vino a granel. La nuestra fue la primera tienda de plantas y
flores de Mataró. ¿Qué le parece?
-Viendo hacerla el ramo uno se da cuenta de que aquí hay mucho conocimiento
y experiencia. ¡No me extraña!
-¡Pues sí! He hecho de todo. Los gustos van cambiando, sobre todo en ramos
de flor seca que ya se llevan menos, pero el ramo de flor natural nunca pasa de
moda.
El ramo quedó precioso, pero su
volumen desaconsejó que me lo llevara a mano y menos con el autobús con el que
había llegado al centro. Juan se ofreció a entregarlo a una hora convenida.
Pensé que después de comer sería una buena hora.
-A la hora que quiera, señora Consuelo.
-¡Muy bien, Juan! He pensado que después de comer, entorno a las cuatro.
Quiero darle una sorpresa a mi novio. Es que hoy hace un año que nos conocimos.
Este ramo le encantará. Yo me lo llevaría, pero es que con el autobús...
-¿Quiere que la lleve con el coche y dejemos ya el ramo en casa? De todas
formas debo desplazarme hasta su casa...
-¡Magnífico! Si le parece bien voy a hacer unas compras y al volver nos
vamos para allá, si no le importa.
-¡Perfecto! Cuando vuelva, cargamos el coche y nos vamos a la Cornisa.
Da gusto encontrar gente tan
amable. Después de comprar en el mercado de la Plaza de Cuba algunas cosas para
la comida sorpresa que quería prepararle a Benito, nos dirigimos a la
urbanización donde vivimos. Por el camino, el señor Juan y yo tuvimos una
charla también muy ilustrativa sobre una ciudad que ya no tenía nada que ver
con la que aquel viejecito había conocido de joven.
-Mi familia se dedicaba al transporte. Ya se puede imaginar como empezaron
a mitad del siglo XIX. En los inicios, mi abuelo y mi padre iban con tartanas y
caballos. Como en las películas del oeste ¡Ja ja ja! Después
vino el motor de explosión y se compraron un Ford tipo T. Fue el primer coche
sin caballos que llegó a Mataró. Todo un acontecimiento para el pueblo. Y
vieron también el nacimiento del primer tren de España, el que unía Mataró con Barcelona,
en 1848, de la mano del insigne Miguel Biada. Gran invento para transportar todo
tipo de productos, des de los producidos por los fabricantes textiles hasta el
fruto de la agricultura. Aunque también tenía sus problemas. O sino que se lo
digan a mi padre que salió vivo de milagro de un terrible accidente de esta línea.
Se rompió "sólo" un brazo y no quiso volver a subir nunca más a un
tren. ¡No me extraña nada! Se imagina usted cómo serían aquellos trenes. Y eso
que aún no existía la RENFE! ¡Ja ja ja!
-Sí, ¡ja ja ja! No quiero pensar que habría ocurrido si
hubiera existido la RENFE!
-¡Yo tampoco! ¡Ja ja ja!
Fue un viaje muy divertido,
agradable y hasta entrañable junto a aquel hombre exageradamente delgado,
bajito y con un sentido del humor muy acusado, a pesar de su edad y su aspecto
físico aparentemente delicado. Al llegar a casa, dejamos el ramo escondido en
el cuarto de los trastos. Un lugar que habitualmente no visita Benito. Ya tenía
una parte del regalo a punto, ahora sólo faltaba que en la cocina le preparara
alguna delicia culinaria para contentar su paladar. No es un hombre exigente,
pero quería prepararle su plato preferido. Después de despedir con una gran
sonrisa de agradecimiento a Juan, me fui a la cocina y no salí en unas cuantas
horas. Preparar unos buenos canelones tiene su dificultad, sobre todo si se
quiere que sean bien sabrosos. ¡Ya os contaré!
GIUSEPMARIA@HOTMAIL.COM
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