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EL ASALTO
(2. LA MONEDA DE CAMBIO)
Aunque no conocéis personalmente
a Paulina, sé perfectamente que, como personas sensibles que sois, estáis
sufriendo por su suerte. Podéis imaginar, pues, cómo estamos Benito y yo misma
ante las informaciones que conocemos ya y que no son las que quisiéramos oír,
sino más bien todo lo contrario.
Lo primero que debo daros a
conocer es que la chica sigue en manos de los indeseables que asaltaron nuestra
casa. Lo que en principio iba a ser un robo ha acabado convirtiéndose en un
secuestro. Algún iluminado de la banda ha tenido la criminal idea de pretender
sacar buenos dividendos de quien empezó siendo un vergonzoso escudo humano y
ahora ha pasado a ser moneda de cambio.
Esta mañana, los bandidos se han
puesto en contacto con nosotros a través del teléfono móvil de Benito.
Seguramente que la misma Paulina les ha dado el número o quizá lo han sacado
del aparato móvil de la colombiana.
-Tenemos a Paulina en nuestro poder y no la vamos a soltar hasta que se
atienda nuestra petición.
-¿Cómo sé que la chica está bien?
-¡Porqué lo digo yo, sucio bastardo! No quiero dudas sobre mis palabras.
¡Yo soy Dios! Queremos treinta mil euros en billetes pequeños. Un buen precio
para una sucia puta. Volveremos a llamar mañana para fijar día y hora del
intercambio. Una sola palabra de todo esto a la pasma y tu puta criada se irá
al infierno.
-Oiga, pero…
Ya veis en qué terrible
situación nos ha dejado esta pesadilla de llamada. Ante las demandas de los
malhechores, ¿qué podíamos hacer? Lo comunicábamos a la policía o intentábamos
resolverlo por nuestra cuenta y riesgo. Estábamos instalados en una muy cruel
disyuntiva. Por otra parte, es mucho dinero el que piden por la chica. Poner
precio así a una persona es totalmente indigno y denigrante. Está claro que
estamos tratando con una banda de gente sin escrúpulos que pueden hacerle
cualquier cosa a Paulina, si no lo han hecho ya a estas alturas. ¡Pobre chica! ¡Qué
auténtico calvario! No me quito de la cabeza que si ella no hubiera llegado
mientras se estaba cometiendo el robo podría ser yo la que me hubiera visto
conducida a interpretar el papel de escudo humano y la que en estos momentos
estuviera en poder de esa banda de criminales. Todo ello es muy duro de asumir
y estamos muy, muy tocados. Nunca había visto a Benito tan hundido. Apenas le
sale la voz del cuerpo. Está desorientado, perdido y deprimido. Es una
situación demasiado dura para poder tomarla con la tranquilidad que requeriría
el caso.
-Consuelo, ¡estoy muy tocado!
-¡Lo sé, querido, lo sé! Yo también estoy a punto de tener un ataque de
nervios.
-¿Qué hacemos? ¿Comunicamos la conversación con estos hijos de puta a la
policía, o no lo hacemos?
-¡No lo sé! Estoy tan perdida como tú mismo. Sería bueno contar con su
ayuda, pero si saben que hemos hablado con ellos y matan a Paulina pesará sobre
nuestras conciencias toda la vida. ¡Es desesperante!
Mientras estábamos instalados en
este duro debate, nos ha sorprendido la llamada de la policía y, curiosamente y
hasta diré que afortunadamente, ha contestado esta pregunta imposible que no
tenía respuesta válida para nosotros.
-Acabamos de escuchar la conversación que ha mantenido con los
secuestradores. El juez ha permitido que interviniéramos su teléfono porque era
previsible que le llamaran al móvil para evitar nuestro control sobre las
líneas fijas. Es de manual que los delincuentes siempre intentan sacar el
máximo partido de sus fechorías y que no dejen pasar la oportunidad de sacar
rendimiento de un rapto como el de la chica. Ustedes, claro está, deben
comportarse como si nosotros desconociéramos las pretensiones de los bandidos.
Busque el dinero y acuerde un lugar para la entrega si no hemos podido
detenerlos antes. Seguiremos desde la sombra sus pasos y los de la banda. Los
especialistas en comunicaciones de nuestra policía están analizando la llamada
por si podemos localizar desde dónde ha sido realizada, con precisión. Para
terminar, le repito que actúen en todo momento con normalidad y sin que los
secuestradores puedan sospechar nada. Como usted sabe, está la vida de la chica
en juego. Estamos ante una banda muy peligrosa y cualquier error se puede pagar
carísimo. ¡Mucha suerte!
-No se preocupe, señor agente. Lo tenemos muy presente. Haremos todo lo que
esté en nuestras manos para colaborar en la detención de estos indeseables y,
sobre todo, en que nuestra Paulina vuelva a casa pronto.
Sí, como ha dicho muy bien Benito al policía, tenemos muy y muy presente
la extraordinaria dimensión de lo que nos estamos jugando todos, pero también
hay que entender que esta terrible situación nos va muy y muy grande. Ellos son
profesionales y saben cómo actuar en todo momento, pero nosotros nos
encontramos en una tesitura muy angustiosa que llevamos adelante como podemos. ¡Que
Dios nos pille confesados!
GIUSEPMARIA@HOTMAIL.COM
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