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YA ESTÁ AQUÍ LA ESPERADA CUARTA ENTREGA DE "CONSUELO". GRACIAS POR SEGUIRLA!

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miércoles, 27 de noviembre de 2013

CONSUELO [4] 40. UNA VISITA ILUSTRE (4. A LA COMISARIA) (© JMPP 2013)



[40]
UNA VISITA ILUSTRE
(4...A LA COMISARIA)

     Sí, sí, ya sé que os dije que queríamos ir de visita a la fantástica y fabulosa obra de Gaudí, aunque para algunos "entendidos" no es su mejor aportación a la arquitectura modernista. ¿Cómo era el dicho? ¡El hombre propone y Dios dispone! Una frase muy adecuada para un día que simplemente nos proponíamos ir de visita a una de las más magnas obras dedicadas a la fe cristiana y que acabamos en una comisaría de policía descuidada y nada artística, ante un funcionario gordo y maloliente, hastiado de su rutinario trabajo.
     No, no, de ninguna manera creímos que era mejor pasar la jornada saludando a los entregados agentes que velan por nuestra seguridad. Ya tuvimos una sobredosis de ellos en los días posteriores al salvaje ataque a nuestra casa y durante el doloroso rapto de Paulina. Nuestra entrada en el enigmático mundo de los uniformados con placa fue forzadamente y a causa de un problema de nada despreciable dimensión que tuvo que ver, principalmente, con don Eusebio. Esta vez le tocó al impasible marido de doña Pilar, sí, aunque el circunspecto ser demostró que cuando hay que enseñar el genio, lo tiene, ¡y mucho! En esta ocasión, ¡quizás demasiado!
     Nos encontrábamos haciendo larga cola fuera del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona (un nombre más fácil de recordar que el de la... ¿cómo se llamaba? Ah, sí, algo así como Catedral de Santa María la Real de la Almudena), cuando, de repente, una chica que se encontraba detrás de nuestro grupito se tropezó con la mala fortuna que cayó sobre el excura. Los dos dieron con sus huesos por el suelo, pero afortunadamente sin sufrir, aparentemente, ningún daño. Don Eusebio se levantó sin más novedad, aunque un poco aturdido, mientras que la chica, aparentemente también sana y salva, abandonó, con cierta presteza el lugar del accidente. Un hecho que nos llamó la atención porque significaba dejar la cola que había estado guardando durante un buen rato. ¿Ya no quería visitar el templo? ¿Estaba avergonzada por lo que había provocado o era una sinvergüenza que acababa de hacer un buen negocio gracias al bueno de don Eusebio?
     El consuegro sospechó de inmediato de la actitud de esa persona, sobre todo cuando comprobó, perdiendo ahora sí las buenas maneras que lo caracterizan, que el bolsillo donde supuestamente descansaba su cartera, estaba vacío. Aparentemente, pues, don Eusebio parecía haber sido víctima de un hurto. Ninguno de los tres estamos demasiado habituados a correr, pero la gran barriga del consuegro no lo hace especialmente dotado para esta disciplina atlética. Por el contrario, la chica, que aparentemente se había hecho con el dinero del hombre, era muy joven, delgada y de aspecto atlético. A pesar de todo, sin embargo, una vez más comprobamos el inmenso poder del dinero, sobre todo cuando estás convencido de que te han desvalijado descaradamente. Y es que cuando a una persona le tocan el bolsillo sufre una transformación casi milagrosa. No exagero nada si digo que a don Eusebio sólo le faltó quitarse el elegante vestido y que apareciera un llamativo traje de superhéroe, debajo. Bueno, a lo mejor sí que exagero un poco, ¡pero no demasiado!
     Después de comprobar que la cartera había desaparecido, y creyendo que todavía se podía divisar la figura, aunque lejana, de la chica en cuestión, don Eusebio inició una carrera que ríete de Usain Bolt. La joven, cuando se sintió perseguida, aceleró el paso, pero en una de las ocasiones que giró la cabeza para mirar en dirección al perseguidor, quizás impactada por su semblante enloquecido, se tropezó y cayó al suelo de una forma tan aparatosa que a los que seguíamos la escena desde la distancia se nos puso la piel de gallina. Don Eusebio, ante el revuelo general, consciente de que su presa estaba a punto de caramelo, se echó literalmente encima de ella mientras la conminaba a entregarle lo que era suyo. La joven, incapaz de hablar nuestra lengua  ni ninguna otra comprensible para nosotros, muy contrariada y hasta aterrorizada, se intentaba proteger de una agresión inexistente. Lo único que pretendía don Eusebio era recuperar la cartera y su contenido, pero,  ¿tenía realmente esa chica lo que le pertenecía?
     No tardó ni cinco minutos en aparecer un guardia municipal. Es una zona con bastante presencia policial debido al inmenso número de carteristas, y otras perlas de la flora y la fauna del delito organizado, o desorganizado, que el turismo atrae como moscas. Don Eusebio, terriblemente nervioso, denunció que la chica le había robado la cartera. El policía, con cara de gran sorpresa, nos aseguró que era una cuestión de los Mossos de Esquadra, pero que le extrañaba enormemente que aquella chica, en particular, hubiera hecho lo que la presunta víctima del robo manifestaba porque formaba parte de un grupo de turistas alemanes de una escuela religiosa. No respondía, por lo tanto, al arquetipo de carterista habitual en esa zona. La noticia nos inquietó terriblemente ya que, todo parecía indicar que don Eusebio, en medio de la confusión, había cometido un fatal error y había atacado a una inocente.
     Nuestras fundadas sospechas se confirmaron poco después cuando llegó una patrulla de la policía catalana. Efectivamente, la chica no tenía nada que ver con el robo y, para colmo, puso una denuncia contra don Eusebio por agresión. ¿Qué os parece? Sí, acabamos todos en las hermosas dependencias policiales. ¿Quién quiere pasar una jornada viendo las maravillas constructivas del modernismo de Gaudí si puede estar sentado un buen rato en la sala de estar de una comisaría llena de gente de toda tipo?
     En todo este espectáculo no podía faltar la aparición estelar de mi consuegra. Su desafortunada intervención llegó a la hora de la declaración. Doña Pilar perdió los nervios, dijo más de una inconveniencia dirigida a los agentes, fruto de ese estado de alienación y hasta terminó desmayándose por la tensión que estaba viviendo. El pensamiento de ver al santo de su marido entre rejas fue demasiado para ella y no lo pudo soportar.
     Mientras tanto, el pobre de don Eusebio, sin cartera y con cargos por agresión era un hombre hundido, tras la declaración. Para una persona de orden que nunca ha roto un plato, la pesadilla que estaba viviendo le superaba. Los agentes de policía, conscientes de que todo había sido un lamentable error fruto de la tensión de quien se siente robado, hicieron todo lo posible para hacer entender a la joven que el agresor le había confundido por la carterista que, presuntamente, le acababa de robar la cartera. Finalmente, la bondad de personas civilizadas se impuso y la joven retiró la denuncia. Don Eusebio respiró tranquilo, aunque el disgusto después de un rato nefasto, no se le borraba de la cara. Por otra parte, doña Pilar recuperó el aliento y una cierta alegría y yo di gracias que se hubiera impuesto el sentido común y que todo hubiera quedado en nada.
     Dentro de la desgracia propia de una jornada que debía ser de disfrute viendo la obra de Gaudí y que se había torcido de una forma muy triste, justo cuando estábamos abandonando las dependencias policiales, llegó la excelente noticia de que un ciudadano ejemplar había encontrado la cartera de don Eusebio en el baño de hombres de la cafetería donde habíamos desayunado antes de proponernos ir a hacer cola al templo que pretendíamos visitar. Y lo más sorprendente es que la entregó inmaculada y virgen. Es decir, sin que faltara ni un solo euro, ninguna tarjeta de crédito ni la estampita de la Virgen del Carmen de la que don Eusebio es devoto. ¿Un milagro de la Santa? ¡No hay que descartarlo!

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