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YA ESTÁ AQUÍ LA ESPERADA CUARTA ENTREGA DE "CONSUELO". GRACIAS POR SEGUIRLA!

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lunes, 25 de noviembre de 2013

CONSUELO [4] 39. UNA VISITA ILUSTRE (3. EL TERREMOTO) (© JMPP 2013)



[39]
UNA VISITA ILUSTRE
(3.EL TERREMOTO)

     Quizás estéis alarmadas por el subtítulo del episodio. ¡No es para menos! Estoy convencida que estaríais más impresionadas si hubierais pasado el mal rato que vivimos conjuntamente con mi consuegra y su marido. ¿Qué os podíais esperar del encuentro entre dos mujeres con una mala suerte casi mítica, como mi consuegra y yo? Soy consciente de que en esta vida me puede pasar cualquier cosa, como a todo el mundo, pero vivir en mis carnes un terremoto era lo último que podía sospechar. Vamos al grano, si os interesa.
     Después de una jornada muy grata al lado de nuestros consuegros, acordamos que pasaran la noche en casa. Ellos pretendían ir a dormir a Barcelona, ya que al día siguiente querían rendir visita, y homenaje, al inigualable templo de la Sagrada Familia de Gaudí, pero los convencimos que se quedaran a dormir con nosotros. Les dimos una magnífica habitación con vistas al hermoso y florido Centro de Deportes Laietània. Creo que estuvieron muy contentos con nuestro ofrecimiento. Bien, contentos al menos durante un rato. Pero,  ¿quién se podía imaginar que a media noche, sobre las tres de la madrugada, temblaría nuestra gran casa como si alguien la hubiera metido dentro de una inmensa coctelera? Afortunadamente, los invitados no padecieron ningún daño físico. Confieso que si lo hubieran sufrido me habría entristecido profundamente por el hecho de haber cambiado fatalmente sus planes.
     Seguramente que la mayoría de las que estáis leyendo mis aventuras vitales -si, "aventuras" es una palabra muy adecuada para hablar de mi vida- no sabréis que se siente cuando todo tu mundo se tambalea, y no hablo en sentido figurado, que de esto no se escapa casi nadie. Qué experiencia más terrible cuando notas que el suelo sobre el que pisas, o la cama en lo que estás descansando, recibe sacudidas de diversa magnitud; cuando ves que el jarrón con flores de la mesita cae al suelo y se rompe en mil pedazos mientras se esparce toda el agua y las flores; cuando ves que los cuadros de la pared bailan como si una mano invisible los estuviera meciendo; cuando oyes que los invitados comienzan a gritar asustados y tu consuegra se presenta en tu habitación, vestida con un pijama de seda rosa y, como enloquecida, te dice que qué tipo de casa tienes y que se está derrumbando y que moriremos todos debajo de los escombros. Sí, podéis imaginar que todo se hace muy difícil de afrontar con tranquilidad. Como sí una no tuviera suficiente inquietud ante aquel espectáculo preocupante al que se ha visto obligada a participar, encima ver a la familia aterrorizada no ayuda precisamente a calmarse y a pensar fríamente .
     Tampoco el resto de habitantes habituales y casuales de la casa estaban muy tranquilos, ni mucho menos. Benito no había visto, ni vivido, como yo misma, nunca un hecho como este y se puso enormemente nervioso. Y es que en un primer momento pensamos que los movimientos extraños eran generados por la propia vivienda y nos temimos lo peor. Por esta razón, la primera idea fue abandonar urgentemente la casa, pero cuando estábamos a punto de cruzar la puerta, el particular barman dejó de agitar la coctelera y todo volvió a una calma extraña, inesperada, que nos dejó tan sorprendidos como temerosos de que aquella mano invisible que había sacudido la casa volviera a hacerlo caprichosamente en cualquier otro momento.
     En el exterior del chalet, descubrimos como todo el vecindario, como nosotros, vivía con mucha inquietud el extraño suceso. La oscuridad de la noche estaba inundada de luces provenientes de las casas. Cosa nada habitual a esas horas de la madrugada, y que delataba claramente que nuestro caso no era singular, sino que estábamos, evidentemente, ante un terremoto, aunque de una escala reducida porque más allá de algún pequeño desperfecto o de algún jarrón roto, no se podía hablar, aparentemente de daños considerables.
     Después de charlar con algunos de los vecinos más alarmados e inquietos, todos con batín, por cierto, con la intención de someternos entre todos a una especie de terapia anti-ansiedad, sin demasiada fortuna, dicho sea de paso, los cuatro pretendimos recuperar una cierta normalidad que claramente resultaba imposible de encontrar. A las cinco de la madrugada pasadas y después de todo lo que habíamos vivido, ¿quién podía rehacer el hilo del sueño que la sacudida inesperada había cortado? ¡Pues don Eusebio! Sí, el ex-cura, un hombre, todo hay que decirlo, muy tranquilo y reflexivo, se quedó dormido como un bebé de pecho mientras estábamos todos con una infusión en la mano, sentados en la sala de estar y explicando las sensaciones vividas en aquella noche inolvidable.

-¡Ha sido impresionante y aterrador, querida Consuelo!
-¿Me lo dices o me lo cuentas?
-¡Te lo digo y te lo cuento! Me he caído de la cama. ¡Suerte de la alfombra! No te lo creerás, pero al principio creía que estaba en un sueño, pero de golpe y porrazo, nunca mejor dicho, me he visto en el suelo y no entendía que hacia allí. He notado que todo se movía, menos don Eusebio que seguía roncando como si nada. Entonces se ha caído el televisor por los suelos y con su estruendo mi marido ha abierto los ojos y con voz alarmada me ha llamado. Él creía que estaba solo. Mientras, todo se movía y yo he empezado a rezar como una desesperada. Creía que estaba llegando el fin del mundo, o al menos el mío. A medio Padrenuestro, don Eusebio se ha levantado de la cama y me ha ayudado a ponerme en pie. En ese momento hemos visto claro que teníamos que huir antes que la casa se fuera toda abajo.
-¡Qué mal rato hemos pasado, si señora! Ahora recemos para que no vuelva a ocurrir algo parecido. Es muy duro comprobar que el suelo que te sostiene no es tan sólido ni inamovible como una creía. A veces nos olvidamos que bajo nuestros pies hay un mundo vivo que de vez en cuando nos recuerda que está ahí. Afortunadamente, aquí no se suelen vivir desgracias producidas por terremotos, pero hay zonas muy peligrosas, como el mismo Japón donde las construcciones son anti-terremotos, sobre todo en las ciudades.
-¡Tienes muchísima razón, consuegrita! La tierra está viva y cuando le place nos da sustos, como el de hoy, o grandes tragedias, desgraciadamente. Somos tan poca cosa los humanos que pisamos sobre la Tierra. Para el inmenso mundo que nos acoge no somos mucho más que una hormiga. No tendríamos que olvidarlo nunca y bajar un poco del pedestal donde nos hemos subido en nombre de una supuesta inteligencia.
-¡Caramba, Pilar! ¡Estás entonadísima hoy! Parece que los terremotos en medio de la madrugada te inspiran, ¿eh?
-Calla, calla, que ya me inspiro sola y sin necesidad de terremotos. Si quiero bailar ya lo haré con música de la gran Lola Flores...
-¿Te gusta Lola Flores? ¡Ja ja ja! ¡Ahora sí que me has hecho reír!
-Me encantaba cuando era jovencita. ¡Tenía tanto poderío!
-¡Eso es cierto! Una mujer como pocas. ¡Más o menos como tú!
-¡Gracias, Consuelito! ¡Tú también eres fantástica!


     Afortunadamente, desde aquella noche no hemos vuelto a sufrir ninguna sacudida de la Tierra. Por cierto, al día siguiente, a pesar de haber descansado mal, la ínclita y querida doña Pilar y su marido se fueron a visitar la Sagrada Familia, y no fueron solos. Finalmente, yo también me apunté a la salida mientras Benet estaba en la Universidad. Después de la boda de mi consuegra no había visitado ningún otro templo religioso. Me abstendré de comparar la Catedral de la Almudena con la obra maravillosa, aunque inacabada, del grandioso y único, arquitecto catalán Gaudí. En el próximo episodio hablaremos de la magnífica excursión.

GIUSEPMARIA@HOTMAIL.COM

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