LA CONDICIÓN HUMANA
(5. HABLANDO Y BEBIENDO LA GENTE...)
El encuentro con Marcelo y
Raquel tuvo un inicio lleno de miradas de desconfianza hacia mi persona y repleto
de abrazos, besos, mimos y demás muestras de cariño sin límites entre ellos. ¡Que
viva el amor, si es real, claro! Os juro que parecían una pareja de recién
casados, o unos jovencitos tomados por ese primer amor que todos hemos disfrutado,
o sufrido, y que deja huella en nuestra vida. ¿A vosotras no os parece
sospechosa, en general, la exageración en las muestras de cariño? De acuerdo
que querían demostrarme, sobre todo ella, que son una pareja de enamorados sin fisuras
por si las moscas, pero incluso teniendo en cuenta su pretensión todo aquel
espectáculo me pareció fuera de lugar. Unas cuantas copas de más resolvieron mi
duda. Ya sabéis lo que pasa cuando se bebe demasiado, ¿no? Por eso yo no he
sido nunca partidaria de beber en una reunión, y menos delante de un mantel. La
lengua se desboca y pronuncia palabras que pueden pagarse muy caras. Exactamente
eso les pasó a Raquel y a Marcelo, atrapados en un mar de vino caro, pero vino,
que por poco les ahoga. Copita tras copita, su inmoderación verbal comenzó a
tomar un cariz revelador muy desagradable.
-Mira, Marcelo. Te parecerá muy normal, pero yo no veo bien estas amistades
entre hombres y mujeres que se dan en las redes sociales. Ya lo hemos hablado
muchas veces, pero creo que tengo toda la razón. Empieza con un ¡ji ji ji!, ¡ja
ja ja! y acaba con unos cuernos como una catedral para las parejas de turno. La
verdad es que no me gusta nada que hagas amistades femeninas en el XOXXIAL este.
No estoy tranquila porque eres como eres...
-¿Qué quieres decir con esto, mi amor?
-¿Crees que no me he fijado que a veces me escondes lo que estás
escribiendo cuando me acerco a la pantalla?
-Pero Raquel, ¡la intimidad es la intimidad!
-¿Y desde cuando tenemos secretos el uno para el otro?
-¡Desde siempre! Algún secretillo es bueno tenerlo, ¿no mujer?
-¡Pues no me parece bien, Marcelo! Yo te lo explico todo y tú parece que
tienes cosas que no me has contado. ¡Eso no me gusta!
-¡Pero, mi amor! En esta vida no se explica todo, ¿no?
-Bueno, yo sé cosas pero prefiero callar...
-¿Qué cosas sabes, Raquel? Ahora no sé de qué hablas.
-Pues que me he fijado como miras a las mujeres y... ¡Te gustan todas!
-Soy un hombre. Debe ser normal... ¿Y cómo me las miro?
-Pues te salen los ojos de las órbitas. Concretamente con una que hablas
muy a menudo y que ya me está preocupando...
-¿Con quién? Ahora sí que me estás poniendo nervioso, Raquel. ¡Habla claro,
por favor, mujer!
-¡Y tan claro! ¡No me gusta que pases tantas horas con Magdalena! ¡No creo
que sea bueno para nuestra relación!
-Pero si es mi compañera de trabajo en la oficina. ¿Qué quieres que haga?
Tendremos que hablar, ¡digo yo!
-Sí, pero para hablar no hace falta que os agarréis del brazo, como yo he visto
con mis propios ojos alguna vez cuando he aparecido en la oficina por sorpresa.
¡No me gusta nada, Marcelo!
-Tenemos una buena amistad y bromeamos de vez en cuando... Pero lo que no
encuentro correcto es que te pongas celosa de todo y, mientras tanto, haces lo
que te place sin pensar en mí... A eso se le llama hipocresía…
-¿Qué estás insinuando?
-¿Crees que no me he fijado en las miradas que le lanzas al jovencito que
trae las garrafas de agua a casa?
-¡Oh, Dios mío! Si podría ser mi hijo... o más bien el tuyo. ¡Que tú eres
mucho mayor que yo, y además se nota! ¡Calvo y con barrigón! Si te hubieras cuidado
más estos años no me fijaría tanto en los chicos de buen ver y musculosos... ¡Te
has abandonado mucho, Marcelo! ¡Admítelo!
-¡Mejor me callo! Ni que estuvieras tan fantástica, ¿eh? Que yo te he visto
en paños menores y sin paños, lamentablemente, también...
-¡Oh, Marcelo! ¡Qué cosas que explicas delante de estos desconocidos! ¡Eres
un insolente! ¿Qué pensarán de ti? ¡Estás quedando como un idiota!
-Pues no será que tú estés quedando muy lucida, precisamente. Consuelo y yo
por poco no nos podemos ver por tus celos desbocados. Menos mal que tuve la gran
idea del encuentro de las parejas, que si no...
-Así que todo ha sido un plan para veros. ¿Qué hay entre vosotros? Me
estáis engañando, ¿verdad? ¿Crees que me chupo el dedo? Estáis enamorados y
antes de que me dé cuenta me echarás de tu vida. ¿Me equivoco?
-¡Estás loca, Raquel! ¡Necesitas ayuda psiquiátrica urgente! ¿No te das
cuenta?
¡Qué espectáculo más lamentable,
amigas que me leéis! Finalmente se vio el porqué de la exageración. No son
precisamente una pareja modélica y en su seno se esconde una crisis latente que
el encuentro sirvió para poner sobre la mesa, nunca mejor dicho. Si realmente
fueran una pareja con raíces fuertes, el primer encuentro, el bueno, entre él y
yo, se habría producido sin más novedad ni problema. Después cada uno se habría
vuelto a su casa y todos felices. ¡Pero no! Estábamos ante una pareja con
fuertes problemas y, como podéis imaginar, no quise entrar en la provocación
lanzada por la mujer y, tras unas breves palabras, Benito y yo abandonamos el
encuentro convencidos de que era lo mejor para todos.
-¡Siento mucho oír según que cosas, Raquel y Marcelo! Benito y yo habíamos
venido a conoceros sin más pretensión que pasar un rato alegre y agradable. Sin
embargo, las cosas se han torcido desgraciadamente y lo siento mucho. Creo que
lo más oportuno es que os dejemos a solas para que podáis reflexionar
conjuntamente sobre las decisiones que debéis tomar urgentemente para que la
pareja siga adelante con la fortuna que os deseamos de todo corazón. A pesar de
este final poco afortunado, ¡gracias por el rato que habéis compartido con
nosotros!
Y ante su mirada ausente, abandonamos
el local convencidos de que era el mejor final para la velada, al menos por
nuestra parte. No sé cómo terminó la noche para ellos, pero sí sé que antes de
que cruzáramos la puerta del restaurante, Raquel y Marcelo ya estaban enzarzados
en una discusión no precisamente muy edificante. ¡Qué lamentable! Es la vida de
las parejas que, como todo, vive momentos de gloria y de derrota. La suya no
parece que esté pasando los mejores momentos, precisamente. Y dentro de este
ambiente, mi amistad con el sufrido marido de la celosa Raquel recibió, como podéis
imaginar, una cuchillada mortal. ¡Que desastre y que pena!
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