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LA CONDICIÓN HUMANA
(1. INFIDELIDAD Y RUPTURA)
Lo hablaba con una amiga
mallorquina de XOXXIAL hace un rato. Parece como si en este mundo el estado
natural de las cosas sea el caos. Nos pasamos la vida esforzándonos para vencer
el desorden, pero cuando te descuidas un poquito todo vuelve a su “caótica normalidad".
Es como intentar enderezar un muelle. Cuando crees que lo tienes a tu merced te
das cuenta de que en realidad volverá a su posición inicial en el momento que
no puedas mantener más la tensión. ¿Por qué os he soltado estas obviedades al
iniciar el episodio? Bueno, no sé si está demasiado bien encontrado el
paralelismo pero quería que sirviese de introducción al escabroso tema que
trataremos hoy y que no es otro que la supuesta y presunta infidelidad de
Manuel. El orden de su relación con mi madre, basada en la confianza mutua se
ha subvertido gravemente y el caos -de la mano de un hombre y de las
debilidades inherentes a su condición- ha arruinado finalmente lo que era una
pareja que parecía bien avenida y que había reavivado mi madre y la mantenía
ilusionada como a una niña de 15 años. Está claro que cuando entregas tu
corazón a una persona es posible que no lo sepa tratar y hasta lo dañe. ¿Es
este el caso que nos ocupa? Mejor lo juzgáis vosotras mismas a partir de la
conversación que he tenido esta mañana con mi madre y presunta víctima de la
infidelidad de su "joven" pareja.
Mamá me ha recibido en su casa
con una cara que le llegaba a los pies. Como yo misma, no había dormido en toda
la noche. Para ella se trata de un drama enorme porque había depositado toda su
confianza en su amado. ¿Es sensato confiar ciegamente en un hombre? ¿Y en una
mujer? Debería serlo, pero hay una cosa de la que no podemos huir de ninguna
manera. Nuestra condición humana nos puede llevar a cometer auténticas
barbaridades en cualquier momento, aunque hay quien es más propenso o, quizá
mejor, hay momentos de nuestras vidas en que, sin quererlo, nos hallamos más
cerca de caer en el abismo, que en otros. Yo misma confieso que he tenido instantes
de debilidad ante la figura de hombres que me han encantado a pesar de estar
casada. Si me habéis seguido recordaréis el caso, sin ir más lejos, del
madrileño Isidro en la Manga del Mar Menor. No terminó en nada porque las
circunstancias me ayudaron a huir del peligro, pero ¿y si la pequeñita Carla no
se hubiera puesto enferma? No me importa reconocer mi debilidad. Todos podemos
tenerla. También los que se presentan como insobornables y con una voluntad
pétrea. Y ahora ya no hablo sólo de situaciones donde interviene el instinto
sexual de las personas.
-¡Hija mía querida, estoy desolada! Ahora mismo quisiera morirme. Creo que
todo lo que tenía que hacer en este mundo ya está hecho. Estoy convencida de que
la época de las alegrías y la felicidad ya ha quedado atrás. ¡Siento un vacío
tan grande en el corazón! El hombre que más quería me ha engañado vilmente. Una
traición que no puedo perdonar de ninguna manera. ¿Qué ha sido de sus promesas
de amor eterno? ¿Qué significado tienen ahora sus alabanzas sin fin, de mi
persona? ¿Dónde están sus palabras entregadas a hacerme creer que nunca había
querido a nadie como a mí? Y cuando decía que yo era única y maravillosa, ¿por
qué tanta mentira si mientras tanto en la trastienda de una sucia corsetería se
burlaba de mí en brazos de una mujer que podría ser su hija? ¿Por qué tanta
vileza detrás de una fachada de grandiosidad humana?
-¡Mama, lo siento mucho! ¡En serio! Me pone muy triste oírte y verte así.
Quizás no tienes a Manuel, pero me tienes a mí y a toda la familia que te
queremos con locura. ¡Eres maravillosa mamá!
-Gracias hija, pero había depositado tanta ilusión en esta relación. ¡Eran
tantos, los años de soledad! Con él había llegado la alegría a mi corazón. Con
él tenía sentido levantarse cada mañana y vivir intensamente cada instante,
sabiendo que mi vida se acaba. ¡Soy una mujer vieja, Consuelo! Quería terminar
mis días volviendo a sentir las sensaciones maravillosas que nos proporciona el
amor. Pero ahora todo se ha acabado. Sí, tengo vuestra valiosa estimación y vuestra
comprensión, pero el amor de una pareja es otra cosa. Tú tienes a tu amado a tu
lado y tendrás una hija maravillosa, pero las largas jornadas de soledad en
casa se me hacían eternas. Sentirse amada por un hombre no es comparable a
ninguna otra cosa en la vida. Desde la muerte de tu padre había estado tan sola,
hija mía... Tú por tierras de Alicante y tu hermano en el extranjero des de
hace muchos años. Y yo, día a día,
enfrentándome al recuerdo de un pasado feliz que creía que nunca volvería.
Entonces llegó Manuel a mi vida. De golpe todo tomó un color diferente y la
alegría inundó mi corazón. ¡Pero se ha acabado! ¡Para mí, está muerto! ¡Que
descanse en paz en brazos de su fulana barata!
-No sé qué decirte para sacarte la amargura del corazón, mama. Oírte hablar
así es muy doloroso. Piensa que pasará el tiempo y...
-¡…de cabeza a la tumba, que es donde estaré mejor!
-¡Joder mamá! ¡Ahora ya me estoy empezando a cabrear! ¡Levanta ese ánimo,
mujer! Hay muchas cosas en la vida por las que vale la pena vivir y que no
tienen dos patas y llevan pantalones. Ven conmigo. ¡Salgamos ahora mismo de
esta casa! Vamos a pasear por la calle. ¿No necesitas comprar algo de ropa de
verano? ¿O zapatos? ¡Vamos a olvidarnos de los hombres y de su imperfección
congénita que tantos dolores de cabeza nos provoca!
-¡Caramba hija! Tenías que haber estudiado para psicóloga... o quizás
montar una tienda de ropa y complementos.
-Estamos las dos juntas. He vuelto del exilio alicantino para quedarme y
estoy a tu lado. Te quiero mucho y no deseo verte hundida ni a causa de un
hombre ni a causa de un regimiento. Ahora mismo me harás caso, te pondrás bien
guapa y saldrás de esta casa llena de aire viciado para descubrir el mundo que
nos espera ahí afuera. Un mundo nuevo que nunca hemos visto...
-¡Hija! ¡Que estamos en Barcelona! ¡Ya me la conozco de cabo a rabo!
-¡No, mamá! Ven conmigo y verás como queda mucho por descubrir y disfrutar.
-Definitivamente eres una hija maravillosa, querida Consuelo. Sí, vendré y
hablaremos de todo, menos de hombres, ¡sobre todo si se llaman Manuel y usan
tanga! ¡Ja ja ja!
-¡Así me gusta mama! Poniéndole una buena dosis de humor a la cuestión. ¡Ja
ja ja! ¿Dices que usa tanga?
-Sí, dice él que es para aprovechar las muestras de ropa íntima femenina
que no vende.
-¡Ya me parecía que no era demasiado normal! ¡Ja ja ja!
-Ya te lo digo yo: ¡nada normal! ¡Ja ja ja!
Y efectivamente, he conseguido sacarla de casa y hemos fundido
las tarjetas de crédito en el Portal del Ángel, de tienda en tienda. Mamá ha
tenido una mejora circunstancial del coraje con que enfrenta este mal momento,
sin duda, pero cuando ha vuelto a pisar la casa, las sombras de la tristeza han
vuelto a hacer mella en su ánimo y hemos perdido lo que habíamos ganado. No me
he atrevido a preguntarle por la película de los hechos que han llevado a la
ruptura de la pareja por una flagrante, parece ser, infidelidad. Cuando la vea
más recuperada se lo preguntaré, si no se me adelanta ella. La verdad es que me
quema la curiosidad, pero no quiero forzar las cosas y provocar que se hunda más
en un pozo del que, a pesar del esfuerzo, de ella misma y del mío, todavía no
ha conseguido sacar ni la cabeza. Seguiremos a su lado hasta que remonte, que
lo hará. ¡Claro!
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