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LA CONDICIÓN HUMANA
(2. EL PORQUE DE LA RUPTURA)
Reconozco que hoy, que en estos
días, estoy pasando unos momentos complicados y que moralmente no estoy en la
mejor forma posible para encarar la segunda parte del embarazo. El episodio
terrible de don Eusebio, la ruptura sentimental de mi madre y Manuel más el
final de una buena amistad virtual por el solo hecho de intentar que dejara la
pantalla del ordenador por un rato y se convirtiera en real, ha hecho mucha mella
en mi moral. ¡Demasiada matraca en tan poco tiempo! Para postre, esta mañana he
estado hablando un buen rato con mi madre. Bueno, de hecho la que ha hablado
prácticamente todo el tiempo ha sido ella. Se ha desahogado conmigo después de
unos días muy difíciles para ella. ¡No puedo decir que haya salido reforzada
moralmente del encuentro, precisamente!
-Todavía no he hablado con nadie de cómo fue todo, pero sinceramente
necesito que alguien me escuche, hija. Lo he querido pasar sola, pero no puedo
más. Aquel desvergonzado me engañaba con una dependienta de una corsetería del
centro de Barcelona. Y lo vi con mis propios ojos. ¡Como lo oyes!
-¡Oh madre! ¡Debías quedar deshecha ante la imagen...
-Sí hija, una imagen que no podía creer. Resulta que fui de tiendas por si
encontraba un bañador para bañarme en la piscina nueva que han puesto en el
barrio. Dicen que a la gente mayor les va bien nadar. Pues mira por dónde,
buscando y rebuscando algún estampado que me gustara fui a parar a una
corsetería que en el escaparate anunciaban rebajas en los bañadores. La verdad
es que la tienda estaba bastante abandonada, con poca luz y no demasiado género
expuesto. ¡Ahora lo entiendo! La dependienta tenía demasiado trabajo en la
trastienda como para preocuparse de tener la tienda en condiciones.
-¡Ya me lo veo venir!
-¡Pues sí! Entré en la tienda sin hacer demasiado ruido. ¡Ya me conoces! Y
después de esperar sin fortuna me asomé por la ranura de la puerta entreabierta
que separa la tienda del almacén. Lo que vi me dejó en estado de shock, lo
reconozco. Estaba Manuel, detrás de la dependienta medio desnuda y
desabrochándole con pasión los sujetadores. ¿Te parece normal?
-¡No, madre! ¡Me parece indignante!
-Cuando lo vi solté un grito terrible que los alertó de mi presencia allí.
La dependienta, con toda desfachatez, me dijo que la dispensara un momento y
que saldría inmediatamente después de terminar de probar un género nuevo que le
había llevado el representante.
-¡Qué cara más dura, madre!
-¡Sí, muy dura! Y hablando de caraduras, Manuel se quedó blanco y sin
palabras. Bueno, sí, dijo lo que se suele decir en estos casos.
-No me digas que dijo que "no era lo que parecía". La verdad es
que había para matarlos y rematarlos.
-Tuvimos suerte que no iba armada, hija mía. Te lo digo con el corazón en
la mano. Podía haber cometido un auténtico disparate que a estas alturas
estaría lamentando profundamente. Me estoy haciendo a la idea de que lo he
perdido para siempre, aunque me cuesta un montón. Pero como tú comprenderás yo
no podía seguir con esta relación. Si Manuel quiere dedicarse a probar el
género con las clientas que lo haga siempre que quiera, pero que conmigo no
cuente para hacer de comparsa.
-Y él, ¿qué explicación da a su actitud, aparentemente deplorable?
-¡No lo sé ni me importa! Con una desvergüenza impresionante decía que sólo
estaban probando el género y que es habitual que las clientas se quieran
asegurar que son buenas piezas y confortables. Y yo me pregunto si no lo pueden
probar solitas. ¿Necesitan la asistencia de un hombre? Me pregunto hasta dónde
puede llegar su cinismo. Si llego a tardar unos segundos más los habría
encontrado probando tangas, su prenda de ropa interior preferida. ¡No tengo
ninguna duda! Al menos me ahorré el espectáculo de cosas peores para mis ojos
de mujer traicionada.
-¡Todo esto es muy lamentable, mama! Si te buscas otro hombre que sea
representante de corbatas...
-¡Ja ja ja! ¡Eso mismo! Ahora me has hecho reír. No sé cuántos días hacía
que no me reía. ¡Gracias hija!
He visto una mamá que a pesar
del dolor está muy entera. Una mujer de su edad ya las ha vivido de todos los
colores y, a aunque tiene el corazón roto, está flotando poco a poco, como
puede. Ciertamente la ha reconfortado mucho poder hablar conmigo. Ella misma me
lo ha dicho y me ha hecho sentir feliz por poder ayudarla. Afortunadamente, me
tiene muy cerca. Y, como sabéis, no es lo mismo tener una conversación sobre
temas esenciales cara a cara que a través del frío hilo telefónico.
Esta misma tarde, como si de una
encuesta judicial se tratara, he tenido la versión de la otra parte. No es que
me haya dedicado a buscarla para contrastar las opiniones, lo que siempre se
debe hacer antes de emitir un veredicto, sino que la parte "querellada",
por decirlo en términos judiciales, se ha presentado en nuestra casa de Mataró
para darme a conocer su versión y sus sentimientos a propósito de la traumática
ruptura de la pareja.
-Todo ha sido un gran y terrible malentendido, Consuelo. De ninguna manera
pretendía poner la mano sobre aquella clienta. Respeto mucho a las señoras, y
si son las que me dan de comer aún más. Sólo tengo ojos para tu madre. Pero
ahora ha cortado todas las vías de comunicación entre nosotros y yo ya no sé
cómo hacerle entender que se ha imaginado cosas que no son de ninguna manera.
-Pero te vio desabrochándole el sujetador a la dependienta. ¿Que no lo
podía hacer sola? Ya es mayorcita, ¿no? Yo no necesito que nadie me ayude. Me
parece que lo que cuentas son burdas excusas, si me permites que te lo diga.
-No son excusas. Es la pura verdad. Yo estaba esperando en la tienda a que
se acabara de probar la pieza de muestra y me llamó porque, según ella, no se
aclaraba con el cierre. Justo entonces llegó tu madre y nos encontró en una
situación que realmente considero que puede inducir a pensar muy mal. No culpo
a tu madre de la decisión que ha tomado, pero simplemente quisiera que abriera
puentes de diálogo y que me dejara explicarle lo que te acabo de explicar a ti.
Por eso he venido. Tengo un gran vacío en el corazón desde el día en que se
rompió nuestra bonita relación. Yo quiero mucho a tu madre y lo estoy pasando
también muy mal.
-¡Bueno! Hablaré con ella y le haré saber lo que me acabas de contar. Que
decida mi madre si quiere hablar contigo sobre el tema. Yo no puedo hacer nada
más, como simple intermediaria. Prefiero no valorar tu versión de los
lamentables hechos. Que lo haga ella.
-¡Gracias Consuelo! Ojalá consigas que me escuche. No pido nada más ahora
mismo. Que oiga mis razones. Es la pura verdad y quiero sacarle de la cabeza la
falsa idea de que yo voy por las tiendas aprovechándome de las clientas. Es un
género realmente delicado de vender, sobre todo porque soy un hombre que se
pasa el día tratando con mujeres sobre prendas íntimas. Debe de comprenderlo.
No os negaré que el talante y
las palabras de Manuel han sembrado dudas sobre la veracidad de la teoría de mi
madre. No parece descabellado pensar que pueda incluso ser cierto. Pero yo,
como le dije a Manuel, no puedo ir más allá de informar a mamá y lo he hecho tan
pronto como aquella triste figura ha abandonado la casa. Sí, se le ve hundido.
Ciertamente la debe de querer mucho porque está haciendo un gran esfuerzo para
comunicarse con ella y arreglar las cosas haciendo valer su versión como buena.
¿Pero es tan santa realmente como nos quiere hacer ver? ¡Quién sabe! A ver qué
decide mi madre. Ahora la pelota está en su tejado. Veremos si la recoge y la
devuelve a Manuel o la tira al cubo de la basura. Conozco muy bien a mi madre y
os digo que es capaz de cualquier cosa, aunque es muy cabezota. Manuel, en este
aspecto, lo tiene crudo.
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