Quiero empezar el relato de este momento clave de mi existencia siendo tan fiel como pueda a la introducción del libro. Y lo haré, por lo tanto, refiriéndome a algunas notas de alegría que he tenido en los últimos tiempos. Sí, a pesar del peso que llevo encima desde aquel fatídico día de la muerte de mi hijo, también he tenido margen para alguna alegría que, como no podía ser de otra manera, ha venido, sobre todo, de la mano de mis nietos y de su madre. También, claro está, de mi querido Benito.
Hace dos días que celebramos el
primer año de vida de Pepe y de Eva. Fue una fiesta entrañable que intentó
mantener una máxima que todos respetamos con notable éxito. La máxima decía que
el pasado negro de nuestra familia no debe marcar en modo alguno sus vidas.
Merecen absolutamente ser felices y eso también pasa por el hecho de que los
que los rodeamos mostremos siempre la mejor cara, a pesar de que, como se suele
decir, la procesión vaya por dentro. De esto hablábamos, precisamente, con su
madre en una agradable sobremesa mientras Pepe y Eva estaban atrapados en las
"garras" de su abuela madrileña, la ínclita doña Pilar .
-Gracias mama por el esfuerzo tan grande
que haces por mostrarte alegre con tus nietos. Sé perfectamente que no te
resulta nada fácil, pero el amor que sientes por ellos saca lo mejor de ti.
-Sí, hago un esfuerzo, pero también te
digo que cuando veo sus caritas y sus ganas de vivir me olvido por un momento
de todo lo que nos ha pasado en los últimos tiempos y absorbo toda la energía
positiva que puedo de ellos. Soy como una especie de vampiresa...
-Ja ja ja... Me has hecho reír…
-Reír es tan necesario en esta vida y ha
sido tan caro últimamente... Debemos hacer lo posible por recuperar la alegría,
hija mía. Pero, ¿de donde la sacamos si siempre tenemos presente la desgracia y
la mala suerte que nos ha atrapado de forma tan cruel?
-No podemos resignarnos a vivir con malas
caras y hundidos moralmente. ¡De ninguna manera, mama!
-¡Qué fácil es decirlo y que difícil
hacerlo! Voy a decirte lo que creo que es básico para sobreponerse cuando se ha
vivido una desgracia de esta dimensión. Lo más importante es mirar hacia
adelante y concentrar todos los esfuerzos en hacer felices a los que te rodean.
Por los que ya no están no podemos hacer otra cosa que respetar y honrar su
memoria.
-¡Qué razón más grande que tienes, mamá!
-¿Sabes una cosa? La inesperada muerte de
tu padre y, sobre todo, la de tu hermano, me han mostrado una lección muy importante:
Llorar todo el día por los que ya no están no les hará regresar del otro mundo.
Te aseguro que he llorado muchísimo, pero los pobrecitos siguen dentro de la
tumba. Las energías vertidas en los llantos, por lo tanto, más vale dirigirlas
a producir las sonrisas de los que están aún a nuestro lado en este duro, pero
a la vez apasionante camino de la vida.
-¡Me has emocionado mama! ¡Eres
maravillosa! Que afortunados que somos de tenerte a nuestro lado.
-¡Gracias hija! Todos somos más afortunados
de lo que creemos. Lo que me queda de vida lo pienso dedicar a gozar de esta suerte
y a mi obsesión ahora mismo: hacer felices a los demás. ¿Qué más puedo pedir?
-¡Gracias por todo, mamá! ¡Te queremos mucho!
-¡Y yo a ti y a todos vosotros, hija mía
de mi corazón!
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