[5]
VIAJE SORPRESA (1)
Justamente en el día que se
cumplía medio año de la muerte de mi hijo, Benito quiso distraerme de una efemérides
tan nefasta con una sorpresa inesperada y reconozco que muy feliz.
-Consuelo, haz las maletas que nos vamos de viaje.
-Pero, ¿qué me dices? ¿A dónde quieres que vayamos? Esto se avisa con
tiempo, ¡hombre!
-He pensado que te haría ilusión ir a Cataluña a pasar unos días. Ya toca, ¿no?
Me han llamado de la Universidad y me han dicho que debo ir a hacer unas
gestiones. El lunes, a primera hora, tengo que estar allí sin falta. Podemos
aprovechar y quedarnos en Mataró unos días, si te parece bien.
-Me parece muy bien, pero tendré que ir a la peluquería y preparar muchas
cosas para el viaje.
-¡Si estás perfecta, mujer! Iremos a ver a tu madre, que me consta que la
pobre tiene muchas ganas de verte.
-¡Claro! Desde aquel día fatal hablamos casi todos los días por teléfono y,
según me dijo hace poco, estaba pensando de venir pronto a vernos. Le
ahorraremos el viaje y ella lo agradecerá porque está un poco delicada de salud.
La edad no perdona a nadie y ya no es la que era, desgraciadamente.
Esa misma tarde tomamos camino
de Cataluña. Puede parecer una locura por la celeridad con la que se decidió,
planificó y llevó a cabo, pero tenía muchas ganas de volver a pisar, aunque fuera
provisionalmente, de momento, mi tierra y abrazar a mi madre. Una gran mujer que
sufrió mucho medio año atrás, y no sólo por la muerte en sí de su nieto, sino
sobre todo por el estado desesperado, psicológicamente hablando, de su hija. Estuvo
casi todo un mes conmigo en Villajoyosa y jugó un papel muy importante en
aquellos momentos llenos de desesperación sin posibilidad de consuelo y, la
verdad, ahora me siento culpable de no haberla atendido como se merecía.
Llegamos de noche a la casa de
Benito, en Mataró. Bueno, quizá mejor debería decir a mi casa, como él quiere
que la llame. Me cuesta mucho aún sentirla como propia, pero lo es, o al menos,
lo será muy pronto. Debéis saber que todavía no había estado nunca dentro de
sus cuatro paredes y que me causó una extraordinaria impresión. Una casa a
cuatro vientos, grande, amplia, bien iluminada y con una vista maravillosa de
las verdes montañas del Montnegre-Corredor. No pude evitar, sin embargo, de
sentir una profunda tristeza cuando pensé que aquel bonito hogar debía pertenecer
a la familia al completo, el pobre Juan incluido. ¡Cómo habría disfrutado de la
piscina que hay en el jardín! Le encantaba nadar. Un pensamiento chocante que enturbió
una llegada, por otra parte, muy entrañable ya que Benito, a pesar de la hora
avanzada de la noche, me mostró todos y cada uno de los rincones del chalet con
una ilusión enorme. Quizás ya lo he dicho alguna vez, pero aprovecho la
oportunidad para repetirlo de nuevo: es un hombre extraordinario, maravilloso e
inigualable en cuanto a bondad y generosidad. Con algo bueno tenía que premiarme
una vida que, por otra parte, tan hostil se ha mostrado conmigo demasiadas
veces.
A la mañana siguiente, sábado, fuimos a visitar a mi madre, en Barcelona.
El encuentro transcurrió dentro de un baño de sentimientos difícilmente
superable. Nos pasamos prácticamente toda la conversación con la lágrima
jugando temerariamente con el borde del ojo. Finalmente, al recordar que hacía
medio año de la desaparición de mi hijo, el estallido de tristeza manifiesta
fue imparable. Unos llantos que hicieron un curioso tránsito desde la
desesperación hasta la alegría contenida cuando le anuncié que pronto nos
trasladaríamos a vivir a Mataró.
-¡Oh hija! ¡Que feliz me has hecho! No podías dar una mejor noticia a esta
pobre anciana. Mejor que si me hubiera tocado la lotería. Y no es que me sobre
el dinero, ¡eh! Saber que en los pocos años de vida que me quedan te tendré
cerca, después de toda la añoranza que he sentido durante tu dura aventura por
tierras alicantinas que nos alejó físicamente, me llena de muchísima alegría,
hija mía querida. Mil veces gracias por volver a la tierra de tus orígenes. Si
tu pobre padre lo pudiera ver, estaría tan feliz como yo, o quizás más. ¡Te
quería tanto! Quizás lo verá desde el cielo y estará contento, ¡seguro!
-Es un paso difícil, el de volver, no te lo niego, por las raíces que he
echado en aquellas tierras, pero verte así de feliz me da más argumentos para hacerlo
posible dentro de medio año.
-Estaré esperando con los brazos abiertos, hija mía. ¡Estoy muy feliz!